En medio siglo, Norteamérica ha perdido el 29 % de la población de pájaros. La enorme masa territorial de Estados Unidos y Canadá tiene 3.000 millones de aves menos. “Los cielos se están vaciando”, dice Carl Zimmer, autor de la sorprendente y tristísima noticia en The New York Times.
La fuente de la información es inobjetable. La revista Science es una de las más prestigiosas y autorizadas en el ámbito de la divulgación científica, y cita una ambiciosa investigación llevada a cabo por expertos de siete instituciones de primer orden en Estados Unidos y Canadá.
La disminución de las poblaciones afecta a especies consideradas abundantes, como gorriones y petirrojos, así como a las más escasas, en peligro de extinción. Los científicos achacan el fenómeno a la pérdida de hábitats y al uso de plaguicidas nocivos, entre otros factores, y lo consideran síntoma del progresivo agotamiento de ecosistemas en dos de los países más grandes del planeta.
Los motivos de preocupación se extienden a Europa, cuyos científicos no descartan un efecto similar. Sin pájaros, desaparecerían servicios esenciales para la naturaleza, como la polinización, el traslado de semillas y el control de plagas, además de la regeneración de bosques.
Entre las razones del declive de las aves está la paralela disminución del número de insectos. Un estudio reciente documentó pérdidas del 76 % de la biomasa total de insectos voladores en 63 localidades alemanas. Los resultados en otras regiones del planeta también son alarmantes. Se habla de un apocalipsis de los insectos, indispensables para conservar el equilibrio de la naturaleza.
Los científicos admiten estar en una etapa inicial del estudio. Los datos históricos necesarios para hacer comparaciones no son tan abundantes como quisieran y sin ellos se dificulta proyectar el futuro, pero no hay duda del daño y el mal rumbo fijado para el futuro inmediato, ojalá no a largo plazo.
El declive de la población de aves sirve para destacar un ejemplo dramático de la resistencia a cambiar de actitud. Justo cuando la ciencia advierte el peligro, el gobierno estadounidense, en cuyo territorio se efectuó el estudio, está empeñado en relajar el cumplimiento de una ley promulgada hace más de un siglo para proteger los pájaros migratorios. No es el único ejemplo del retroceso de las regulaciones ambientales —como lo evidencia la tragedia del Amazonas—, pero resulta muy oportuno en vista del estudio publicado por Science.
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Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.