Alrededor del plan fiscal hubo una “guerra declarada” el año pasado. Un intenso conflicto político enfrentó al gobierno con muchos sectores a la hora de ver quién pagaba o no, y cómo, los costos de enmendar parcialmente el desbalance en las finanzas públicas. El núcleo caliente fue la huelga sindical, pero otros actores (empresariales, cooperativos, solidaristas) entraron en la pelea con métodos menos vistosos, pero más eficaces, para salvaguardar sus intereses.
El tiempo pasó rápido, comimos tamales y nos deseamos felices Pascuas. Sin embargo, el país vive hoy una nueva guerra, muy distinta, por cierto, a la cual llamaremos una “guerra de guerrillas sorda”. Sobre el tapete todo parece normal, con inevitables gruñidos aquí o allá. Sin embargo, una pugna sin cuartel arrecia alrededor del “cómo” implementar el plan fiscal.
El pleito es sobre la interpretación de las disposiciones de la ley: ¿Cuáles instituciones están afectadas, y cómo, por las disposiciones del plan fiscal? ¿A quiénes alcanza la regla fiscal? ¿Hay renta global o no? ¿Qué entra en la canasta básica? Por estos y otros asuntos, vuelan los cuchillazos. Distintos actores quieren ganar sobre la mesa lo que perdieron en el partido.
La dinámica subyacente es simple: el Ministerio de Hacienda efectúa una interpretación maximalista favorable al fisco y los demás, una minimalista. Razón tenían las calificadoras de riesgo cuando dijeron que la ley era “pura vida”, pero mejor esperaban a ver lo que pasaba después. Conocen el dicho ese del “mucho rinrín, pero nada de helados”.
Por esta pugna hemos dejado de lado el problema conceptual de fondo: ¿Cómo entender lo que estamos viviendo? Yo lo veo así. No experimentamos una mera crisis fiscal, sino algo más fregado: los fundamentos de nuestro Estado social de derecho y estado de bienestar, que han hecho de Costa Rica un caso notable en el mundo, están erosionados, no son sostenibles. Las perspectivas demográficas y del mercado laboral agravarán la situación.
Estamos frente a un riesgo estructural de nuestra democracia. Más aún, digo: existencial. Una tarea estratégica de nuestro tiempo es renovar y fortalecer el estado de bienestar. Por eso, las “guerras sordas” distraen.
Pero aún, faltaba más: ¡Parió la abuela! Ahora, varios diputados proponen debilitar el régimen de pensiones repartiendo el ahorro obligatorio. Es de pesadilla.
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El autor es politólogo.