De seguir la política energética actual, es un hecho el aumento de los costos en la generación eléctrica debido al cambio climático. Vivimos en una zona muy vulnerable al calentamiento global y sufriremos más sequías o inviernos fuertes.
El 75 % de la energía se genera en plantas hidroeléctricas, de bajo costo operativo, pero de gran inversión, estacionales y expuestas a los caprichos del clima. De ahí la importancia de diversificar nuestra matriz e incorporar energía eólica, geotérmica, solar y gas natural.
Eso nos permitirá reducir los costos y la vulnerabilidad. Las fuentes solares y eólicas tienen altas estacionalidad y variabilidad, por lo cual debemos combinarlas con energía hidroeléctrica, como los embalses de Pirrís, Cachí, Reventazón o Arenal, y la energía térmica a base de diésel o búnker. Otra opción es usar gas natural, emisor de menos dióxido de carbono y su valor es menor. El gas natural es hoy la principal fuente de energía, por ser abundante y eficiente, al generar grandes ahorros en el transporte, los servicios, la agricultura y la industria.
Sobreoferta. Después de siete décadas de desarrollo eléctrico, el país tiene capacidad instalada para solventar la demanda eléctrica en la próxima década. La demanda eléctrica se ha venido contrayendo en los últimos años debido a nuevas tecnologías, cambios de patrones de consumo, eficiencia energética creciente, reducción de la manufactura intensiva en energía y el crecimiento de un nuevo modelo económico basado en los servicios.
En el 2016, el porcentaje promedio de la utilización de la capacidad instalada del ICE era: térmica 4 %, eólica 41 %, geotérmica 74 %, solar 16 % e hidroeléctrica 39 %. La nueva administración del ICE, muy atinadamente, suspendió el proyecto Diquís, de 650 megavatios, donde había invertido ¢87.000 millones, y pospuso el proyecto geotérmico de Borinquen.
El ICE cuenta con una capacidad instalada que duplica la actual demanda máxima de energía eléctrica. Esa sobrecapacidad conlleva sobrecostos. Con la llegada de nuevas energías más económicas y tecnológicamente más avanzadas, el ICE está obligado a cambiar el modelo eléctrico. Los pronósticos de la demanda han sido muy “optimistas”, tomando en cuenta las variables económicas, demográficas, tecnológicas y demográficas
Deudas y costos crecientes. En el 2017, la carga financiera del ICE y sus filiales alcanzó ¢177.000 millones, por una deuda que creció un 90 % en tan solo tres años. Los costos de la energía en las hidroeléctricas del Grupo ICE, por kilovatio hora (kWh), varían de un Pirrís en $3,92 kWh a un Balsa Inferior a $35,9 kWh. Sobrecapacidad y altos costos de inversión se han trasladado a las tarifas pagadas por todos los costarricenses. La energía eléctrica ha subido un 90 % en los últimos 10 años, mientras que en Estados Unidos aumentaron un 10 % y en Europa disminuyeron un 1 %.
En el 2016, el costo del kWh para industrias en media tensión era el triple de Estados Unidos y el doble de México.
No es lógico que, por una pésima gestión de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), se cuadriplique el costo de una planta como Balsa Inferior. El proyecto de la planta hidroeléctrica Reventazón se planeó en $810 millones y terminó costando $1.567 millones
Los pasivos del Grupo ICE en el 2018 superaron los ¢3,6 billones. Los gastos financieros, costos y gastos de operación crecieron al 12 % anual, y los ingresos, un 4,5 % anual. Los servicios de telecomunicaciones tuvieron una desaceleración de un 2,4 % en el 2018.
El enorme endeudamiento nos debe llamar la atención a buscar cambios en la estructura de la deuda, reducir costos, abrir los libros en forma discreta a la Contraloría General de la República, establecer las normas NIFF en los estados financieros y reestructurar la institución para hacerla más competitiva.
El ICE es una institución pública clave para el desarrollo y debe manejarse profesionalmente. No puede seguir endeudándose con fideicomisos y créditos a corto plazo, sin evaluar su capacidad de pago a precios competitivos.
La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) comete el error de regular las tarifas de los servicios públicos con base en costos y no en la competitividad de las instituciones. Para atraer inversiones necesitamos tarifas eléctricas y combustibles competitivos. Nadie va a querer invertir en Costa Rica si existen altas cargas sociales, altos costos financieros y de logística, y servicios públicos prohibitivos. En cuanto a las demandas salariales de los sindicatos, es el momento de socarse la faja y pensar en la sostenibilidad. La planilla anual del ICE en el 2018 fue de ¢774.000 millones y la de la CNFL ¢120.000 millones.
¿Podrán ambas instituciones seguir pagando esas planillas en la situación tan compleja financiera del país y las actuales perspectivas de crecimiento? ¿Como se desglosan esas planillas?
Otras actividades. Es ilógico que el ICE se dedique a construir carreteras y el Conavi asigne $5 millones para asumir el mantenimiento de la paralizada carretera a San Carlos. Pronto veremos al ICE construyendo puentes y en otras obras viales sin previo análisis de costos y, ante todo, de competencia, que siempre se traduce en menos inversión.
Es preocupante que el Grupo ICE incursionara en el negocio de Cable Visión; un total fiasco financiero. Negocio donde invirtió $12,3 millones y le inyectó ¢23.000 millones más sin que haya ninguna información financiera visible.
Bien hace el nuevo gobierno al cerrar las plantas térmicas de San Antonio y Barranca, cuyos costos anuales son de ¢3.000 millones y no generan electricidad. Recordemos que el gobierno avala la gran mayoría de la deuda del ICE.
La deuda del Grupo ICE fue 5,5 veces las ganancias operativas en el 2014 y aumentó a 6,2 veces en el 2017, y en dólares en su gran mayoría, poniendo a la institución en gran riesgo por el tipo de cambio. La energía eléctrica debe tener costos competitivos si queremos descarbonizar el país. La energía eléctrica debe ser mucho más barata que la fósil. De esa manera bajarán los sobrecostos de los autos eléctricos.
Las pérdidas del ICE no son debido a la apertura de las telecomunicaciones, como muchos afirman. El mercado de las telecomunicaciones es muy dinámico y la apertura solo cambios positivos generó a nuestra economía. Hablar sobre la competitividad del ICE es el debate pendiente.
El autor es ingeniero.