No es la primera vez que el país discrepa de una nota emitida por las calificadoras de riesgo, como Moody’s; tampoco, que el mercado, organismos internacionales y economistas concuerden o discrepen de su criterio. Yo también tengo el mío.
Les he reclamado no saber valorar el historial de pago de Costa Rica. Desde hace casi 30 años, cuando el gobierno de Rafael A. Calderón renegoció la deuda externa, nunca ha dejado de pagar el principal e intereses de los bonos soberanos. Ha sido –y es– buena deudora. Primero, pospone el pago de aguinaldos u otros compromisos antes que faltar a los acreedores externos.
Hay algunas diferencias de criterio entre las autoridades y Moody’s. Objetivamente, los dos tienen algo de razón. Noto, por ejemplo, más pesimismo en las expectativas de crecimiento futuro del PIB por parte de Moody’s (2,5 %) que del gobierno (3 %) y también sobre el déficit fiscal estimado posteriormente. Yo pienso que el 2019 será menos difícil que el 2018 por la reforma fiscal, un presupuesto relativamente austero (aunque desearía ver un menor nivel de gasto y déficit); y ya se dio en el mercado un ajuste significativo del tipo de cambio que protegerá la economía real, en especial, las exportaciones.
También debo considerar que el mayor financiamiento externo (BID, Banco Mundial) y, quizás, nuevos títulos denominados en moneda extranjera (ojalá sujetos a condiciones, como sugiere Miguel A. Rodríguez), traerían más estabilidad y menor presión en las tasas de interés y tipo de cambio. Esto último contribuirá a mejorar el desbalance y lo debería considerar la calificadora; también, que el cambio sicológico traído por la Sala IV y la pronta aprobación legislativa del plan fiscal hablan bien del esfuerzo del país para enfrentar las finanzas. Pero no nos ahorquemos antes de tiempo. Pronto saldrá el informe del FMI y aclarará muchas dudas.
Dicho lo anterior, sí pienso que Moody’s hizo una observación muy acertada y relevante: el gobierno ahora navega con viento a su favor, pero es difícil creer que será así por los próximos tres años (fatiga reformista). Los sindicatos salieron derrotados, pero se reagruparán y volverán a la carga. También habrá dura oposición a eliminar muchos privilegios grupales y sectoriales, y la reactivación aún está pendiente. Concluyo, entonces, con otro sabio refrán: ¡No hay mal que por bien no venga! No tomemos la nota de Moody’s como una derrota, sino como un reto, una oportunidad de hacer mejor las cosas.