La pandemia de la covid-19 devastó los sistemas educativos del mundo, en especial, como siempre ocurre, a los de menores recursos. El llamado “apagón educativo” costarricense es la expresión local de la “catástrofe” identificada por el Banco Mundial y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en América Latina y el Caribe.
Cuatro de cada cinco alumnos de sexto grado en la región no comprenden un texto simple luego de su distanciamiento de las aulas durante la emergencia sanitaria. Como Costa Rica, el resto del continente ya sufría una crisis de aprendizaje, pero lo sucedido “representa un agravamiento sustancial”, dice el estudio.
No sabremos cuánto mientras no se complete la renovación de los medios de evaluación, pero abunda la evidencia recabada en las aulas por los docentes. No solo encuentran deficiencias en el conocimiento, sino también nuevas limitaciones a la capacidad de aprendizaje.
Como si esos retrocesos no fueran suficientes, el aislamiento durante dos años interrumpió la socialización de los alumnos y en muchos casos les impide construir relaciones sanas, sea con docentes o con condiscípulos. Las faltas disciplinarias y las manifestaciones violentas testimonian el cambio prácticamente sin distinciones regionales.
En Costa Rica, la “catástrofe” latinoamericana es la coda de las interrupciones del curso lectivo por las huelgas del 2018 y el 2019. Sumados esos fenómenos, la recuperación de los estudiantes se presenta como una tarea titánica. Para enfrentarla, las autoridades educativas cuentan con los mismos recursos.
Lo sucedido en los últimos años compromete el desarrollo nacional y el futuro de toda una generación. La relación entre ingresos, productividad y nivel educativo está de sobra comprobada. Por eso, el título del estudio del Banco Mundial y la Unicef hace alusión al “salvamento” de una generación.
Entre los expertos hay consenso sobre las materias prioritarias. No por casualidad son las mismas citadas antes de la pandemia cuando se hablaba del rezago educativo existente desde entonces: matemáticas y lectoescritura. Pero la recuperación exige dedicación.
El debate sobre la extensión del curso lectivo debería cobrar otro sentido. Es indispensable replantearlo considerando las mejores prácticas internacionales y la necesidad de reparar el daño hasta donde sea posible. Después del apagón nacional o la catástrofe regional, ampliar el curso es indispensable para recuperar el tiempo perdido.