Columnistas

¿El ocaso de una democracia?

La enfermedad política llamada Donald Trump está probando ser más peligrosa desde la llanura que cuando estaba en el poder

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Es una fortuna que los Estados Unidos no tengan embajada en Washington, porque, de tenerla, ya se habrían asestado un golpe de Estado a sí mismos. Esto, por supuesto, es una broma que yo solía decir en mis discursos en ese país, pero en ella asoma una verdad irrefutable: la vasta mayoría de los golpes de Estado que acontecen en todas las latitudes son fraguados en las embajadas de los Estados Unidos.








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