La pregunta, claro está, es: ¿qué pasa con el medio? De hecho, ese el tema de un estudio reciente de la consultora McKinsey, el cual señala que en América Latina faltan dos medios: una clase media sólida con creciente poder adquisitivo y una robusta legión de empresas de mediano tamaño. Costa Rica ha destacado en la región por tener una clase media amplia. Aunque, en lugar de tener ingresos crecientes, el Estado de la Nación advierte que se está empobreciendo al igual que el resto del país. Sin embargo, sufrimos el flagelo latinoamericano de no contar con una sólida cohorte de medianas empresas.
Valdría la pena analizar las razones, pero la intuición me indica que mucho tendría que ver con la presencia de guillotinas regulatorias e impositivas que incentivan a las empresas a permanecer pequeñas. Veamos lo que ocurre en Francia, por ejemplo. En su libro Revolution Françoise, Sophie Pedder, corresponsal en jefe de The Economist en París, cita un estudio que “encontró que el número de empresas que emplean a 49 trabajadores era considerablemente más alto que el número de compañías que emplean a 50”. ¿La razón? “Una vez que una empresa en Francia crece a 50 empleados o más, tiene que cumplir con 34 regulaciones y leyes adicionales”.
En Costa Rica, las grandes empresas —responsables del grueso de la generación de empleo— disfrutan las ventajas que brindan las economías de escala. Además, muchas cuentan con tratos tributarios y regulatorios preferenciales en zonas francas. Por su parte, las micro y pequeñas empresas también gozan de ciertas exenciones y facilidades tendientes a fomentar su creación. El problema radica en que los incentivos iniciales se pierden cuando las compañías alcanzan cierto tamaño.
No es un problema fácil de resolver, pero debemos empezar reconociendo la importancia que en materia de empleo deben tener las medianas empresas.
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El autor es analista de políticas públicas.