Un año y ocho meses después de haber sido azotada por la pandemia, nuestra economía se recupera vigorosamente. En parte, eso refleja el buen desempeño de nuestros principales socios comerciales.
Las perspectivas son positivas: según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía global crecerá un 5,9 % en el 2021 y un 4,9 % el próximo año.
No obstante, el desempeño mundial sigue condicionado por la evolución de la pandemia. Si bien las campañas de vacunación han avanzado, los brotes del virus y la aparición de variantes más contagiosas han llevado a algunos países a retomar medidas restrictivas, con un impacto negativo sobre el ritmo de crecimiento de sus economías.
Otros acontecimientos internacionales recientes han sido también desfavorables para la economía costarricense. El fuerte aumento de los precios de las materias primas ha supuesto un deterioro de los términos de intercambio del país. También, han incrementado vertiginosamente los costos de los fletes marítimos, en particular de los contenedores, como consecuencia de problemas logísticos asociados con la pandemia.
Todo ello, en conjunto con un repunte en la demanda que en algunas industrias ha superado la capacidad de respuesta de la oferta, se ha traducido en un aumento en la inflación en muchos países.
En este contexto de luces y sombras, la actividad económica nacional se ha venido recuperando más fuertemente de lo previsto. La producción alcanzó el nivel prepandemia en el tercer trimestre del 2021, uno antes de lo previsto.
La mayoría de los sectores ya sobrepasaron el nivel de actividad que tenían antes de la pandemia, aunque algunos siguen rezagados, en particular los vinculados al turismo. La rápida recuperación de la actividad económica en Costa Rica ha sido impulsada por el crecimiento mundial y por factores internos, como el levantamiento gradual de medidas de restricción sanitaria, el avance en la vacunación y el impacto de las políticas monetarias y financieras para promover mejores condiciones crediticias.
Como consecuencia del fuerte repunte económico y de las mejores perspectivas externas e internas, en su reciente Informe de política monetaria, el Banco Central revisó al alza la proyección de crecimiento para el 2021 a un 5,4 % (un 3,9 %, en julio pasado) y la del 2022 a un 4,5 % (un 3,7 % anteriormente).
El mejor desempeño de la producción se ha manifestado también en el mercado laboral, si bien a un ritmo más lento. Ante la incertidumbre generada por la crisis sanitaria, en Costa Rica y el resto del mundo algunas empresas han sido cautas en restablecer sus niveles de empleo o se han ajustado a formas de producción menos intensivas en trabajo. Además, algunas de las actividades más golpeadas por la pandemia (turismo, comercio, construcción) eran precisamente las más intensivas en el empleo de trabajadores.
Las cuentas fiscales muestran también resultados significativamente mejores a lo previsto y a lo registrado el año anterior. Así, a setiembre del 2021, el gobierno generó un superávit primario (excluye el pago de intereses) del 0,3 % del PIB, que contrasta con el déficit del 2,6 % registrado 12 meses atrás.
Estos buenos resultados se asocian con una significativa contracción del gasto primario (una vez que se aísla el efecto de la inclusión de órganos desconcentrados en las cifras del Gobierno Central), producto de una austeridad que ha ido más allá de lo que exige la regla fiscal. También, reflejan una mayor recaudación de ingresos por la recuperación económica y el buen rendimiento de las reformas tributarias introducidas en la reforma fiscal de diciembre del 2018 (Ley 9635).
El país ha enfrentado un aumento en la demanda de divisas este año, como consecuencia de los mayores requerimientos del sector público para atender el servicio de la deuda en dólares, del aumento en los precios de los bienes importados, del incremento de la tenencia de activos externos por parte de las operadoras de pensiones y de una cierta dolarización del ahorro por las bajas tasas en colones.
En su conjunto, estas presiones se han manifestado en un aumento del tipo de cambio del dólar y una reducción de las reservas internacionales. Algunos de esas presiones podrían revertirse en próximas semanas, por ejemplo, si avanza la aprobación legislativa de la agenda de ajuste fiscal y de créditos externos. Además, factores estacionales podrían llevar a un aumento de la oferta de divisas.
Al igual que muchos países, Costa Rica ha experimentado recientemente un repunte en la inflación, producto en parte del fuerte aumento en los precios de los bienes importados. Esto, a su vez, es reflejo del aumento en los precios internacionales de las materias primas, los mayores costos de fletes y la depreciación del colón. Sin embargo, la inflación se mantiene relativamente baja (un 2,5 % en octubre), una de las más bajas en el ámbito regional y mundial, y los modelos de pronóstico del Banco Central la ubican alrededor de la meta del 3 % en los próximos meses, para desacelerarse en el 2022.
Claro está que las proyecciones tienen riesgos. Los principales riesgos externos para el desempeño de nuestra economía tienen que ver con la evolución de la pandemia y las presiones sobre la inflación mundial.
De persistir esas presiones, los bancos centrales de los principales países avanzados podrían endurecer tempranamente su política monetaria, lo que presionaría al alza las tasas de interés internacionales.
Ello afectaría a los mercados emergentes de distintas maneras: menor crecimiento mundial, salidas de capitales y condiciones financieras menos favorables, especialmente para aquellos con una deuda pública elevada, como el nuestro.
El riesgo interno más relevante es, además de la pandemia, el relacionado con la ausencia de aprobación legislativa de las medidas de ajuste fiscal convenidas con el FMI. El retraso excesivo o erosión de dichas medidas podría dar lugar a la suspensión del acuerdo con el Fondo, lo que reduciría el apoyo financiero de otros organismos y causaría incertidumbre, lo que podría generar presiones sobre las tasas de interés y el tipo de cambio y efectos adversos sobre la confianza y el crecimiento económico. Por ello, el país necesita un decidido avance legislativo en esa agenda de ajuste fiscal.
Para la política monetaria, un gran desafío a corto plazo es el de las presiones inflacionarias externas. En tanto la inflación proyectada no exceda en forma sostenida la meta del 3 %, el Banco Central mantendrá la postura expansiva de la política monetaria, en apoyo de la recuperación económica y la generación de empleos. No obstante, el balance de riesgos para la inflación está sesgado al alza.
Por ello, el Banco Central se mantendrá vigilante y adoptará oportunamente las acciones que se requieran para mantener la inflación proyectada dentro del rango de tolerancia alrededor de la meta. Ese compromiso firme con una inflación baja y estable es, sin duda, la mejor contribución de la política monetaria al crecimiento económico potencial.
El autor es presidente del Banco Central.