Mientras el mundo navega en favor de las energías más limpias, en pos de la reducción de las emisiones de CO2, en depender lo menos posible del petróleo, el ICE se niega a comprar a los generadores privados de energía eólica y solar. Por otro lado, Recope insiste en millonarias inversiones en infraestructura para fuentes contaminantes.
El ICE fue creado para el desarrollo del país; sin embargo, perdió el norte, y se enfrasca en defender un statu quo moribundo, reflejado en malas inversiones y una crónica falta de transparencia acerca de sus finanzas.
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En lugar de incentivar el uso de energía solar, eólica y otras más baratas, y propiciar ahorros e incluso ingresos a los hogares y empresas gracias a la venta de excedentes o de exportaciones, opta por la salida contraria y condena al país a tarifas que bien podrían ser más bajas.
Recope, igualmente, defiende privilegios y apuesta por invertir, a punta de endeudamiento, en infraestructura para gas licuado que pronto, por un cambio en la matriz energética que tendrá que venir, quedará obsoleta.
Ambas instituciones anclan el país en las arenas del pasado, sin ver que incluso las grandes petroleras han sido forzadas a una transformación. Un grupo de inversionistas demandaron a la administración de Chevron y Mobil una transición más acelerada hacia energías más limpias. A Shell, una corte holandesa le exigió recortar de aquí al 2030 las emisiones en un 45 % con respecto al 2019.
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Si la tendencia mundial de enfrentar el cambio climático con acciones concretas no es suficiente, tomen en cuenta el cuidado de los bolsillos de los costarricenses, pues con la reactivación económica y el reciente acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, hoy reconciliada con Rusia, los bajos precios del 2020 no volverán.
Avanzar hacia una matriz energética que privilegie las energías limpias es impostergable; instituciones y legislación que faciliten el aprovechamiento de las oportunidades que emergen de una economía verde son imprescindibles; superar históricas reticencias y monopolios inoperantes, además de unas finanzas públicas menos dependientes del impuesto único sobre los combustibles es simple lógica. No atender las señales de los tiempos es miopía pura.
La autora es politóloga.