Es temprano para medir el impacto que tendrá el covid-19, pero no cabe duda de que el inesperado ataque de el agresivo microorganismo le ha dado una brutal sacudida al planeta. La aparición del coronavirus tomó al mundo con la guardia baja y confirmó cuán vulnerables somos los seres humanos a los cambios que ocurren en nuestro entorno. Pero, adicionalmente, han quedado demostradas las grandes ventajas de la globalización y, también, los riesgos y responsabilidades compartidas.
La primera enseñanza de la crisis es la necesaria prevención, como herramienta para defendernos, incluso desde antes de que se inicie una ola infecciosa. Gobiernos, organizaciones sanitarias y academias deben destinar más recursos al desarrollo de plataformas de vigilancia epidemiológica capaces de intuir y pronosticar potenciales amenazas. Sin embargo, hasta los escudos más sofisticados resultarán insuficientes si la población mundial no asume el crucial papel que le corresponde en la lucha contra los virus.
Si algo ha dejado en claro el covid-19 es que los habitantes del globo terráqueo habíamos descuidado o menospreciado las bondades de la higiene personal y de las buenas prácticas de saludo y tosido. De ahí, la imperiosa necesidad de efectuar un intensivo proceso de reeducación global hasta convencer a la gente de que la mejor forma de defenderse de futuros ataques virales es lavarse siempre las manos.
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El coronavirus debe llevarnos a meditar sobre las facilidades de los tiempos modernos para transportar un brote de continente a continente y esparcir el pánico utilizando las redes sociales. ¿Qué mecanismos de contención pueden crearse para evitar la propagación tan rápida de una enfermedad? ¿Cómo combatir la desinformación y las campañas de miedo? Son preguntas urgidas de respuestas.
También debemos aprender a anticipar el impacto que una crisis global causa en sectores clave como el turístico y el comercial, así como los efectos en el transporte, las bolsas de valores, los actos masivos y la vida cotidiana. La primera pasada del covid-19 todavía no acaba y la vacuna no se observa en el horizonte cercano. No esperemos un virus más mortal para prepararnos. Mañana, será tarde.
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Ronald Matute es jefe de Información de La Nación.