Convencidos de que son intocables por la ley del hombre, los dioses del olimpo judicial siguen lanzando rayos y centellas desde el segundo piso de la Corte Suprema Justicia para defender los privilegios salariales de su grey.
En sintonía con decisiones anteriores, los magistrados acordaron el lunes desatender la orden de la Contraloría de ajustar el pago de pluses a los criterios de ahorro establecidos en la reforma fiscal.
La resolución fue celebrada con aplausos dentro y fuera de la sala de sesiones de la Corte Plena, al término de una larga jornada seguida por la familia judicial mediante pantallas de televisión y redes sociales.
En medio del jolgorio en el olimpo, los dioses y semidioses no notaron cuando la imagen de la Justicia que decora la fachada del edificio cobró vida para lanzar, furiosa y avergonzada, su balanza lo más lejos posible.
Así es. Los caballeros de la recién remodelada mesa en forma de herradura volvieron a demostrar que, cuando se trata de defender intereses propios, no importa el imperio de la ley ni la jurisprudencia ni la sensatez.
Lo que importa es defender el statu quo, utilizando la espada de la autonomía como arma, sin pensar el efecto negativo de una decisión irresponsable en momentos que exigen disciplina fiscal y ahorro en el gasto público.
Lo más sencillo y popular es mantener el grifo abierto para que siga creciendo, en forma exponencial, el gasto de una institución que paga ¢60.000 millones al año en pluses salariales a sus 14.000 empleados.
Es lamentable que el criterio de conveniencia prevalezca en este tipo de decisiones, en vez de una interpretación apegada a lo que dice la legislación, como se espera de jueces de tan alta investidura.
La Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas fijó nuevas reglas para evitar el desenfrenado aumento de los incentivos salariales de los empleados públicos, sin excepción.
Pero las deidades del firmamento judicial insisten en crear una casta de trabajadores con privilegios inmortales, a sabiendas de que hay otras instituciones que también quieren pertenecer al olimpo de la inmunidad.
Solo el tiempo dirá cómo va a terminar esta trágica odisea. Sin embargo, resulta decepcionante observar los extraños caminos que puede tomar la justicia cuando tropieza con afectos y beneficios.
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Ronald Matute es jefe de Información de La Nación.