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Vacunas. ¿Una campaña rápida y masiva de vacunación? Ideal, pero imposible ahora. Ideal, porque generaría inmunidad colectiva y cortaría de cuajo la transmisión. Imposible, por falta de suministros. En el mercado internacional imperan la escasez, el acaparamiento, el proteccionismo y la desigualdad. Costa Rica está en la parte débil, pero no peor, de esta cadena. Nuestras compras han superado las de otros países y no debemos cejar en buscar más. Pero como no controlamos la variable oferta, debemos concentrarnos en las que sí dependen de nosotros, sobre todo, agilizar la inoculación, mover con rapidez el inventario acumulado, salir de la caja burocrática y ampliar horarios, personal y lugares de vacunación. No hemos agotado las vacunas; tampoco debemos agotar la capacidad de aplicarlas con mayor eficiencia.
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Celebraciones. A los cientos, quizá miles, que insisten en bailar, beber y brincar en grandes grupos, quizá les sobre furor, les falte responsabilidad, se sientan inmunes o todo lo anterior. Convertir este ímpetu egoísta en riesgo social no tiene justificación alguna. A pesar del rechazo público, insisten. La insistencia de las autoridades debe estar en controlarlos y penalizarlos.
Obligaciones. Pero hay otro tipo de aglomeraciones sobre las que poco hablamos: las de los autobuses, precarios o albergues agrícolas. Quienes las padecen es por obligación. ¿Será posible manejarlas con mayor sentido preventivo y, cuando corresponda, punitivo? Hasta ahora no conozco una estrategia al respecto. Ojalá exista.
Nadie tiene la varita mágica sobre el control rápido de los contagios, pero todos la tenemos sobre nuestra conducta. No descuidemos esta responsabilidad, y no dejemos de exigírsela a otros.
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