“Hago la romería con mi esposo, con fe y devoción. Preferimos no ir con otras personas para que no se torne una fiesta. Le pedimos a La Negrita un bebé con salud”.
Así relató Cristina Bartels, una joven herediana de 23 años, la razón que la motivará, una vez más, a caminar a Cartago para visitar a la Virgen de los Ángeles.
Como Cristina y su esposo, Daniel León, sociólogos, un sacerdote y lectores de La Nación en Internet coinciden en que la fe, la devoción, el agradecimiento y las promesas les ganan a la charanga y la fiesta, entre quienes caminan en la romería.
“La experiencia que hemos visto a lo largo de los años es que cada vez son más los que van con espíritu religioso, de verdadera fe, para agradecer o para suplicar una gracia a través de la intersección de La Negrita”, dijo el padre Manuel Rojas, director de Liturgia de la Conferencia Episcopal.
De las 71 personas que opinaron en la página de Facebook de La Nación, solo dos reconocieron que lo hacen por deporte, y otra más, porque es una oportunidad sociológica “bonita” para “conversar con la gente.
El padre Rojas sostiene que aun quienes van por acompañar a un amigo o a un familiar, o porque es un momento festivo o cultural, deben señalarse positivamente.
“Si alguien dice: ‘No quiero pedir nada, no quiero agradecer, pero voy porque mi amigo sí’, ahí hay un gesto de solidaridad acorde con el espíritu cristiano”, justificó el sacerdote.
La participación de quienes iban haciendo escándalo, con grabadoras al hombro, consumiendo licor, en patines o apoyando a una tumbacocos disminuyó en los últimos años, cuando estas manifestaciones fueron prohibidas durante la caminata.
Una iniciación. Para el sociólogo José Carlos Chinchilla, la romería se convirtió en una tradición del ser costarricense. “Si usted es tico, va a la romería”, afirmó.
Según explicó, existe una población muy joven que se organiza en grupos para acudir a la romería. “Para ellos, ir a Cartago se convierte en un rito de iniciación de su autonomía relativa. Una especie de tradición en la que los jóvenes no necesariamente van motivados por un asunto de fe”, comentó.
En su interpretación, hay dos grupos más, constituidos por aquellos que van por fe y cotidianidad y un “núcleo duro” que acude esperando un milagro.
Pese a los cuestionamientos que envuelven a la Iglesia católica en este momento (por su oposición a las uniones del mismo sexo y a la fecundación in vitro), el sociólogo Jorge Mora, exrector de la Universidad Nacional, sostiene que las críticas pueden afectar a la Iglesia como institución, pero no a la relación de un romero con La Negrita.
“Creo que en estos tiempos en los que reina cierta incertidumbre, hay un crecimiento de la espiritualidad, y eso se expresa en la romería. Obviamente hay presencia de la Iglesia, pero caminar a Cartago es una relación más directa de la persona con sus creencias, sin intermediarios (la Iglesia)”, agregó.
Ajena a todo esto, Cristina Bartels dice que su fe es muy fuerte, y que caminará desde San José, en la noche del 1.° de agosto, por “un bebé sano y a agradecerle que tengo trabajo y estamos sanos”.