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13/06/2012.Hora:5:45 a.m. Oscar Benavides Bolaos reparte leche a domicilio desde hace mas de 24 aos. Sale de su casa En San Antonio de Moravia todos los dias alrederedor de las 6:00 a.m. En la foto Pedro Araya. CARLOS GONZALEZ/GRUPO NACION. (CARLOS GONZALEZ CARBALLO)
En momentos en que las redes sociales, el comercio en línea y los supermercados saturan la vida de miles de costarricenses, algunas familias siguen sin ser cobijadas por esos avances.
No obstante, quizás eso que parece una desventaja representa un auténtico privilegio: conservar una tradición que hace unos 40 años fue la constante en la vida doméstica de cientos en la Costa Rica de antaño.
Los dos escandalosos pitazos de “don Óscar” marcan el inicio de los quehaceres del día.
Sus clientes (la mayoría, amas de casa) salen emocionados a recibirlo y aprovechan la ocasión para compartirle chismes o cuentos de la vecindad.
“Leche de vaca” le llaman muchas de esas señoras al producto que sale exclusivamente de los tarros de aluminio, pues no confían en que una caja de cartón contenga lo mismo.
Rita Villalobos, de 44 años, comenta que toda la familia prefiere esta leche porque “es natural y lleva más nutrientes”.
Además, asegura que, después de 17 veranos de comprarla, no encuentra razones para desconfiar de su calidad. “Nunca me ha pasado nada; la leche es muy limpiecita y todo”.
Es tal la seguridad que les provee el líquido, que señoras como Isabel Martínez sustituyen la leche materna por “leche de vaca”.
“No me gusta la leche del ‘súper’, todos los días compro dos botellas y lleno los chupones con esta leche”, explica Martínez.
Compradoras como Ana Lucía González se aventuran a tomar la leche cruda y nunca hervida.
Con 55 años, González asegura que la de caja le sabe a agua y es por eso que casi nunca recurre a ella. “Solo la compro cuando me hace falta para un postre”.
La dueña de una pulpería, cerca de la iglesia de San Isidro, solo toma “leche de vaca”, a pesar de vender las de caja en su negocio. “Lo que pasa es que solo le gusta la de verdad”, comenta Marvin Portilla, quien labora con ella.
Por su parte, después de conocer a estas personas durante varios años, el lechero considera que la relación sobrepasa el plano laboral. “Todos somos una sola familia”, dice orgulloso.
Aunque disfruta lo que hace, el repartidor es testigo de cómo se desvanece la tradición de su trabajo y su propia estabilidad.
Por ahora sigue teniendo libres los domingos, el Viernes Santo, Navidad y Año Nuevo.