“Respirá profundo. No te va a doler”, le dijo Juanita Olivares a Valentina Córdoba antes de insertar la aguja en su brazo.
La chiquita de tres años contuvo la respiración como Juanita le dijo, pero apenas sintió el pinchazo soltó en llanto incontenible. La sonrisa que tanto la caracteriza le cambió en pocos segundos.
Olivares tiene ocho años de ser técnica en atención primaria (ATAP). Tiene una especial habilidad para trabajar con pequeñitos de la edad de Valentina.
LEA MÁS: Ticos cargados de mitos afectan cobertura de vacuna contra la influenza
Este martes, junto a su compañero de equipo Róger Barrantes Quesada, quien suma 14 como ATAP, visitaron el Centro Pedagógico Villa Creativa, en Alajuelita.
Esta visita es parte de lo que ellos llaman la “repela” de la campaña de vacunación contra el virus de la influenza que entra en su etapa final sin alcanzar a la mayor parte de la población de riesgo.
En el centro educativo los esperaban 68 pequeñitos entre los dos y seis años, la mayoría de los cuales necesitaban la primera dosis de esta vacuna.
Pocos fueron los que lloraron con el pinchazo de la aguja. La mayoría solo abrió los ojos, respiró profundo siguiendo las indicaciones de Juanita, ¡y ya! El susto había pasado.
LEA MÁS: Enfermos del corazón siguen rezagados en vacunación contra gripe
La meta es proteger contra esa enfermedad a 1,3 millones de personas de diferentes grupos de riesgo en todo el país. Entre ellos, a pequeñitos como Valentina y sus compañeros de preescolar.
La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ha reconocido que la respuesta ha sido baja en la población de 65 años y más, los enfermos cardiópatas y los chiquitos entre los seis meses y tres años.
“Hay muchos mitos. La gente piensa que se va a enfermar con la vacuna. Y no. Lo que es cierto es que si se la pone estará protegido contra cuatro de las cepas más comunes del virus”, dijo Amalia Guerrero, jefe de Enfermería en el Área de Salud de Alajuelita.
Este cantón josefino es un buen espejo de cómo avanza la campaña de vacunación.
Ahí todavía faltan por vacunar 2.500 niños entre los seis meses y los tres años (un 70% del total en ese cantón), y unos 300 adultos mayores de 65 (un 50% de la población meta para esa edad).
También está pendiente la mitad de la población con enfermedades del corazón, que solo ha acudido en un 30% al llamado hecho por las autoridades de Salud.
“Vamos a salir a buscar a quienes definitivamente no llegan a los centros de atención. Todavía en agosto hay tiempo para vacunarse y generar inmunidad”, dijo Guerrero.
LEA MÁS: Siete de cada diez fallecidos por influenza eran enfermos del corazón, diabéticos y adultos mayores
La visita a este centro infantil privado forma parte de las últimas acciones de esta campaña, en la cual la CCSS ha invertido $7,5 millones para comprar 1,3 millones de dosis.
La influenza es uno de los virus que más infecciones respiratorias agudas graves (IRAG) causa en el país. Esto explica la urgencia de blindar a la población con mayor susceptibilidad a enfermar y a morir por esta razón.
Se espera que en estos últimos días lleguen a los llamados vacunatorios más embarazadas, hipertensos, diabéticos y personas con enfermedades pulmonares.
Róger Barrantes recordó que los menores de tres años necesitan recibir dos dosis. Entre la primera y segunda vacuna, deben pasar cuatro semanas. Esto, según dijo, para reforzar todavía más su sistema inmunitario.
Wesley Martínez Chavarría, de cuatro años, ni siquiera respiró como se lo solicitó Juanita. No pestañeó cuando lo vacunaron. Miró hacia el frente mientras sus pensamientos salieron volando por la ventana.
Su maestra, Melissa Zamora, que lo sentó en sus regazos, no realizó mayores esfuerzos. El pequeño Wesley recibió numerosos aplausos de sus compañeros por su valentía.
Francis Riascos, también de 4 años, se convirtió en la motivadora de su grupo de compañeros.
Habiendo pasado por la aguja, salió luego a contarle a los demás que no dolía y a darles ánimo porque “vacunarse es para no enfermar”, según explicó después.
Parte del protocolo seguido con estos menores incluyó revisar los carnés de vacunas para asegurarse de que no tenían puesta la de la influenza.
También se preguntó a las maestras si los niños no tenían algún tipo de alergia, y se aprovechó para enviar recordatorios a los padres de familia sobre vacunas que, en algunos casos, todavía estaban pendientes.
Es el caso del refuerzo que se pone a los cuatro años, contra polio, difteria y tosferina. Varios carnés llevan un papel de color con un mensaje a los papás para que lleven pronto a sus hijos a completar el esquema de vacunación.