Álvaro Ramos Chaves es un adulto joven, de 38 años, que acostumbra conversar con gente de su edad. En esas conversaciones, dice, se ha enterado de que muchas de esas personas cotizan para la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) sin la esperanza de recibir en el futuro los beneficios que la institución promete: servicios de salud oportunos y de calidad, y una pensión digna para la vejez. También le han contado que, de pronto, muchos se negarán a seguir pagando, si no es que ya no lo hacen.
“El miedo mío es oír cada vez más a la gente de mi generación tener una actitud de que la Caja ya no le puede resolver esos problemas. Mi trabajo por los próximos cuatro años es devolver, hasta donde sea posible, la confianza de la población en la Caja como una entidad que puede proveer esos servicios.
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“Pero esa confianza no se da de gratis. Hay que dar señales de la disposición a mejorar desde los servicios médicos, desde la atención al público, desde la provisión de tratamientos, y dar señales de que la estructuras financieras están sanas y son sostenibles en el tiempo”, comentó el doctor en Economía en entrevista con La Nación, este 17 de mayo. Esa será, probablemente, una de sus principales tareas de aquí al 2026. El siguiente es un resumen de la entrevista.
– Usted dice que el desafío de la CCSS no es tanto médico, sino actuarial y financiero. Sin embargo, en el campo de atención directa a la salud, ¿cuáles son sus planes para un problema de larga data como las listas de espera?
– Cuando me referí a tener un esquema de listas de espera más sofisticado no lo plantee tanto en temas no médicos, sino como riesgo médico. Cuando uno dice estándares internacionales, ¿en qué está pensando? En que tiene que haber un balance entre tener recursos ociosos y tener listas de espera. Suena que todo tiempo de espera es malo, pero si yo le dijera ‘usted siempre tendrá atención inmediata, incluso del especialista más sofisticado de la Caja’, inmediatamente habría cuestionamiento: ¿hay salas desocupadas, especialistas desocupados? ¿Qué está pasando? Habría un tema de recursos ociosos. Hacia eso voy cuando hablo de balance: entre tener espacios en la disponibilidad de procedimientos y de especialistas para aquel que tiene alto riesgo de su vida. Necesitamos una cuantificación estadística muy precisa. Ahí es donde el EDUS (Expediente Digital Único en Salud) nos la va a facilitar más. He estado hablando con el personal de la Caja para entender nuestra capacidad en Ciencias de Datos y empezar a sacar estadísticas de esta índole.
“Mi inquietud histórica ha sido el tema de qué tanto usa la gente el recurso privado para llegar con un diagnóstico y completar los pasos de la fila más rápido que una persona con menos recursos. Una manera más elegante de solucionarlo es que los procedimientos estén más encadenados. Imaginemos que usted necesita una revisión de un ortopedista, pero usted va al Ebáis y le tienen que enviar placas. Lo que yo entiendo es que estas cosas no van en secuencia. Te mandan a hacer una lista de espera de las placas, y luego una lista de espera del ortopedista, además hay un plazo intermedio donde la placa no puede ser leída ni por el Ebáis ni por el ortopedista, entonces hay una lista de espera del radiólogo. Yo lo que he preguntado es por qué no están estas listas más encadenadas. A esto me refería con la homogeneización de los procedimientos: tratar de tener una cierta estandarización que permita ejecutar una secuencia adecuada a lo interno del EDUS”.
– ¿Es posible en cuatro años llegar a esa homogenización y disminuir plazos?
– Con jornadas de producción y otros mecanismos, reducir las listas de espera es relativamente fácil. Yo siento que hay que hacer la reforma estructural: tenemos esta capacidad con el EDUS de tener más información y evidenciar las secuencias de procedimientos más comunes en el perfil epidemiológico de la población. Si se puede atender a la masa con procedimientos homogeinizados, sí creo que sea posible en cuatro años avanzar mucho. ¿Solucionarlo? Nunca creo eso, así como tampoco he creído que en pensiones se pueda solucionar en cuatro años, pero avanzar mucho sí se puede.
IVM, siempre estratégico
– ¿Qué otros planes tiene para el fortalecimiento para el IVM (régimen de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte)?
– Es un tema en el cual la CCSS avanzó mucho en lo que podía hacer sola. Todavía falta un poco más, pero pensiones es un tema que toca al resto del país, sobre todo al existir tantos otros regímenes. Tiene que incorporar a más entidades, empezando por la Asamblea Legislativa. En pocos días, el Gobierno enviará más propuestas a los regímenes que no son la Caja. Ahí se iniciará una discusión importante desde el punto de vista sistémico, de devolverle más credibilidad al sistema como un todo.
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“Para mucha gente, históricamente, una fuente de mucha irritación cada vez que se hacen ajustes al IVM es ‘por qué me ajustan mi pensión si fulano de tal tiene una pensión de privilegio’. Esto es totalmente comprensible. Ahí es donde digo que, en la medida en que como colectivo social vamos indicando que los tratos diferenciados no son aceptables, que preservemos algún grado de seguridad jurídica, digamos que se cierra y ya no hay más tratos diferenciados, estas personas con pensiones extraordinarias también pagarán impuestos extraordinarios. En la manera en que ese mensaje cale, la población se vuelve más receptiva a decir ‘si aquellos están pagando yo también puedo pagar más’. Desde una lectura sociopolítica y hasta por un tema ético, ¿cómo le vamos a pedir sacrificios a la población en general si estos privilegiados no sacrifican nada?
“Desde el punto de vista económico, aquellas pensiones desfinanciadas son un cargo de 2,2 puntos del PIB al presupuesto. La masa salarial que paga el IVM es aproximadamente un 40% del PIB. ¿Esto qué significa? Que cada vez que yo le digo ‘necesito que me pague un 1% más de la masa salarial para financiar el IVM’, eso representa 0,4 puntos del PIB. Cada 2,5 puntos de masa salarial son 1 punto del PIB. Si quisiéramos subir los aportes del IVM del actual 11% a alrededor del 16% eso es cinco puntos de la masa salarial, son 2 puntos del PIB. ¿Cuánto estamos pagando en pensiones desfinanciadas? Dos puntos del PIB. Ahí es donde estamos viendo que el esfuerzo económico que está haciendo la población hoy ya es equivalente a tener financiado el IVM. Ahí es donde hay que tomar una decisión país”.
– ¿Una nueva mesa de diálogo para tomar una decisión sobre ese tema?
– Yo creo que un tema como pensiones siempre tiene que ser en el contexto de una mesa de diálogo. La propuesta final debe salir de una mesa de diálogo, pero hay una responsabilidad desde una presidencia ejecutiva de hacer propuestas concretas. Yo no puedo llegar a decir ‘hagan lo que quieran’. Tiene que haber algo de mi parte en esa mesa. Ese ‘algo’ lo quiero conversar con la Supén y con otras entidades, pero me parece que nos tenemos que ir moviendo a cambios de naturaleza más profunda, más allá de discutir beneficios, aportes o edad.
– ¿Cuándo va a lanzar usted esas cartas sobre la mesa?
– Me gustaría hacerlo alrededor de mi segundo año y tener algunas propuestas, aceptadas o rechazadas, para finales del tercero o inicios del cuarto. Soy consciente de los tiempos electorales, pero también soy consciente de que no quiero hablar de pensiones ya ya porque estoy más preocupado por el seguro financiero de salud. Quiero entender bien la situación real del seguro financiero de salud. Que no es lo mismo que la provisión de salud.
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Buscar otros caminos
– Pero a usted le dieron datos iniciales de que la pandemia no afectó tanto la parte financiera en el SEM.
– Una cosa es hablar de flujos financieros inmediatos, en lo que la Caja está bien, según me indican. Pareciese que la salud financiera inmediata está bien. Pero esa no es mi preocupación. En Salud el problema es que es mucho más fácil hacer ajustes ocultos en la provisión en salud. Por ejemplo, haciendo difícil acceder a los tratamientos caros o rechazándolos de plano. Esa ha sido una discusión que yo he tenido, por el rechazo fuerte inicial que sienten las personas al llegar a los servicios de salud.
– ¿Esto que plantea tiene que ver con lo que señala la OCDE a la CCSS, de buscar nuevas fuentes de financiamiento, más allá de las contribuciones,? ¿Cómo captar, por ejemplo, contribuyentes jóvenes con adherencia al aseguramiento?
– Esto se debe trabajar en varias líneas. Una, la credibilidad. Hay que devolverle la credibilidad a la Caja en que el pago de las contribuciones sociales sí conllevará una contraparte de estar asegurado médicamente y que se obtendrá una pensión. Yo hablo mucho con gente de mi edad y menor a mí, y casi que hay una percepción universal de resignación: ‘no tendré pensión’. ¡Eso es terrible para mí! Estamos llegando a un equilibrio muy peligroso de que eso se transmute a que: ‘no pago más’. Primero, hay que devolver esa confianza. Miren, ese discurso apocalíptico de que no habrá pensiones, ¡no! Cierto que serán más pequeñas y será más caro obtenerlas, pero eso siempre iba a pasar conforme la población envejeciera y la masa laboral se hiciera más pequeña.
“Simplemente es ¡cuidado!: las alternativas suyas son peores porque usted no va a guardar para su pensión lo suficiente. Los ticos tenemos vidas muy longevas. A la gente le cuesta dimensionar la cantidad de dinero que debe tener ahorrada para una vida previsional final. Yo siempre he hablado de 200 a 1. Si usted quiere tener medio millón de pensión (al mes), ¿cuánto debe tener si la quiere hacer por su propia cuenta? ¡Ojo! Si quiere tener una pensión de ¢500.000 debe tener guardado por lo menos ¢100 millones. ¡Por lo menos! Y con un problema: eso es apenas para llegar a su expectativa de vida actuarial. ¿Y si la pasa? ¡Vea a ver qué hace! Y eso no le va a pasar en la Caja.
“La ventaja de la Caja es que si tenemos que darle medio millón a todo el mundo, tenemos que tener ¢100 millones para cada uno guardaditos. Pero la virtud que tenemos es que si usted vive menos el dinero suyo alcanza para otros. En cambio, si usted hace su pensión solo, se la está jugando. Ese tipo de aseguramiento de la colectividad es el que hay que volver a comunicar con claridad a la población”.