Luis Jackson López es un indígena bribri que labora como asistente técnico de atención primaria (ATAP) en el Área de Salud de Talamanca de Limón.
Como en el resto del país, la campaña de vacunación ha sido un gran desafío para estos trabajadores de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), sin embargo, para él se ha complicado todavía más.
Ya no solo es llegar hasta los poblados, sino convencer a la gente de aceptar las dosis.
“Algunos también dicen que ese es el ‘sello de la bestia’, por cuestiones religiosas. O sea, a veces ni siquiera es por un asunto cultural, sino ideologías que se crean en la cabeza, principalmente los jóvenes”.
— Luis Jackson López, Atap de Talamanca
Allá no hay grandes filas de interesados en protegerse contra la covid, pues ideas falsas y absurdas han ganado terreno y despertado temores.
“Les da miedo. Dicen que la vacuna tiene un chip para que el Estado pueda monitorear todos sus movimientos. También dicen que la vacuna no es efectiva y que genera una expectativa de vida de solo dos años.
“Algunos también dicen que ese es el ‘sello de la bestia’, por cuestiones religiosas. O sea, a veces ni siquiera es por un asunto cultural, sino ideologías que se crean en la cabeza, principalmente los jóvenes”, explicó.
Este padre de familia tiene 44 años y vive en Paraíso de Sixaola. Ha trabajado la mitad de su vida para la CCSS y actualmente labora en la Clínica de Bribrí, cabecera del cantón Talamanca.
A diario, contó Jackson, tiene que lidiar con aguaceros y crecidas de ríos, así como con largas caminatas para llegar a los poblados. Sin embargo, dice que nada de eso lo detiene, porque está muy orgulloso de su labor.
“Parte de mi contratación con la Caja fue con el propósito de mitigar un poco la barrera de idioma con mi gente. Que yo pueda llegar a explicarles en bribri por qué es importante la vacuna y qué nos puede pasar si no nos vacunamos”, relata.
En ocasiones, tiene que correr cuando finaliza su jornada, porque los ríos crecen en las tardes lluviosas y dejan incomunicadas a las comunidades por donde pasa.
Para llegar a algunos poblados tiene que desplazarse a pie hasta por tres horas y debe cruzar varias quebradas. De hecho, siempre se topa con los cinco afluentes que forman el río Sixaola.
“En las partes altas de las comunidades indígenas es frecuente que un compañero ATAP se quede aislado y tenga que esperar varias horas hasta que baje el nivel del agua para poder devolverse. A veces tenemos que atravesar la corriente arriesgando nuestra vida. Una vez un compañero llevaba un termo de vacunas y se le zafó, y cuando vimos iba nadando cuesta abajo para poder agarrarlo”, contó.
La resistencia
Pero junto a la distancia y las crecidas, también enfrenta la resistencia.
En su región, los grupos indígenas bribri y cabécar tienen un alto grado de desinformación, debido a las fuertes campañas antivacunas que hay en la provincia de Limón.
Menciona que sobre todo hay una resistencia en la población indígena panameña, porque líderes religiosos les dicen que no se dejen inmunizar contra el nuevo coronavirus.
“Con la población indígena de Panamá también hay una barrera de idioma que dificulta la comunicación con ellos, aunque yo quisiera explicarles, ellos no me van a entender, quizá hasta pueden interpretar que los estoy amenazando con que tienen que vacunarse”, agrega.
Aun así, el funcionario subraya que el principal desafío está en la población joven de territorios nacionales, ya que los adultos mayores indígenas sí han acudido a las jornadas de vacunación.
Sin embargo, dice que puede entender el rechazo que hay en los miembros de su comunidad, debido al abandono y falta de acción que existe en el país con estas poblaciones.
Según dice de sí mismo, es un crítico constructivo y considera que como trabajador de la CCSS tiene que apoyar el desarrollo del servicio para dar la mejor calidad de atención y programas para su gente.
“Yo he estado en reuniones donde las asociaciones indígenas han confrontado a la Caja para que se preocupe por llevar y mejorar la calidad de atención en sus comunidades, que se le dé a las poblaciones indígenas lo que necesitan para cuidar su salud”, aseveró el ATAP.
Por ejemplo, en ocasiones la CCSS crea lineamientos, directrices y protocolos de acuerdo a la visión de las personas no indígenas, que no contemplan las realidades de los territorios autóctonos.
Un caso, citó, es el procedimiento para vacunar contra la covid-19, que requiere de varios funcionarios que cumplan distintas tareas para llevar a cabo la inoculación. Eso, dijo, solo “suena bonito en el papel”, porque cuando se llega a la realidad de Talamanca cambian las cosas, ya que allí el ATAP es el que se tiene que encargar de todo.
“Yo hago la charla para educarlos sobre el tema, ordeno a la gente por grupos, recojo las cédulas o el carné de vacunas para registrarlos en el sistema y en el documento físico, luego me levanto para aplicar las vacunas y luego vigilo a las personas que esperan los 15 minutos tras la inyección”, precisó.
Dadas sus múltiples tareas, debe tener mucho cuidado porque ante cualquier error lo pueden suspender. Por eso, agradece el apoyo de instituciones como la Cruz Roja, ya que sin ellas no podría lograrlo.
A pesar de todas esas congojas, Jackson afirmó estar comprometido y feliz con su trabajo, porque de esta manera puede sacar adelante a su familia y ayudar a Costa Rica en el combate a la pandemia.
“De no ser por esto, mi hijo no estuviera estudiando. Me siento muy orgulloso y honrado de trabajar con la institución en medio de todo lo que estamos viviendo actualmente”, concluyó.