Los Chiles, Alajuela. Como a la 1 p. m. de lunes a viernes, Jorge llega de la escuela. Normalmente lo espera un plato de arroz y frijoles que tienen que darle la energía suficiente para dirigirse de inmediato a la lechería.
Ahí trabaja una horas cada día, incluso los sábados y domingos. Aún así, Jorge Álvarez Altamirano cumple con las tareas y el estudio; ha podido llegar hasta sexto grado en la escuela San Rafael de Los Chiles, en el cantón alajuelense.
Lo hace a la luz de una candela, porque en su casa no hay electricidad ni tampoco agua potable. Los ingresos no alcanzan para pagar servicios. “Padecemos una situación muy difícil, muy dura", dice el muchacho de 13 años.
La casa que ocupan es prestada, tiene piso de tierra y está en mal estado. Todas esas condiciones son las que lo obligan a trabajar y así ayudar con al menos la compra de alimentos para él, su mamá y su hermano.
"Los 10 mil colones que me pagan semanalmente no me alcanzan para casi nada pero al menos puedo ayudarle a mamá a comprar algunas cositas que sirven para aplacar el hambre", dice Jorge.
Reconoce que a veces se siente agotado, pues cuando no esta cuidando vacas, está chapeando, limpiando cultivos de culantro o arrancando yuca. Lo hace, dice, por el bienestar de su familia.
"Pienso en mi madre, en mi futuro y la gente me dice que solo estudiando y trabajando tendré éxito", expresó.
A pesar de sus jornadas, se considera un niño normal al que le gusta el fútbol, andar en bicicleta y oír música. En medio de la pobreza quiere disfrutar como cualquier otra persona de su edad.
Su mamá, Petronila Altamirano, refleja en el rostro la dureza con que la ha tratado la vida, pero cuando habla de Jorge, lo hace con orgullo.
“Es un chiquillo que no se afloja ante los problemas y es muy responsable”, dijo. Doña Petronila cuenta que su niño quiere ser ingeniero civil.
“Estoy convencida de que lo logrará", añadió la mujer.
También Arley Herrera Ugalde, director de la escuela de San Rafael, cree en Jorge. Según dice, es un alumno de buena conducta y con un gran sentido de responsabilidad.
“Es un muy buen ejemplo”, afirma Herrera quien asumió el cargo el pasado setiembre.
La escuela tiene apenas 16 alumnos pero no pocos de ellos dejarán el aula para irse con sus papás a coger café al Valle Central.
Según el director, el pueblo es muy pobre y eso explica que las familias emigren a otras regiones del país.
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