La detención de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, el viernes pasado en Medellín, quizá sorprendió a miles en Colombia y el resto del mundo, no necesariamente porque no se lo esperaran –Popeye había venido mostrando un comportamiento cada vez más temerario en sus redes sociales-- sino porque prácticamente solo en el seno de la policía colombiana se sabía que, desde diciembre pasado, un grupo de élite había sido asignado exclusivamente a seguir los pasos de Popeye, ante varias denuncias por extorsión y otros delitos que se habrían venido decantando, con creciente fuerza, en el último año y medio.
Este viernes, un amplio artículo de La Nación dio a conocer la detención de quien se proclama como la mano derecha de los guaruras de quien fuera el narcotraficante más poderoso y temido del mundo en los 80’s y principios de los 90’s, Pablo Emilio Escobar Gaviria, muerto a balazos en diciembre del 93.
El artículo (cuyo link anexamos acá) transitó por la vida de Popeye a partir del momento en que la docu-serie, El Patrón del mal lo puso en la palestra del planeta, pues era quizá el único testigo de las masacres de las guerras del narco en Colombia, durante aquella época.
Pero no fue sino hasta el fin de semana en que los medios colombianos obtuvieron más detalles de las supuestas extorsiones y otros delitos que por fin sirvieron a Velásquez Vásquez, en bandeja, a la justicia colombiana. Literalmente, en bandeja, pues Popeye se presentó ese viernes a los Tribunales de Medellín para averiguar si había causas en su contra y ejercer su descargo.
No tuvo tiempo. La policía ya estaba respirándole en la nuca, de acuerdo con información de expedientes judiciales, mejor dicho, estaban “por horas”. En un extraño giro, Popeye se les adelantó.
No deja de ser una tremenda ironía –como todo lo que tiñe este caso-- pues el exsicario ha sostenido por años que él se salvó de morir como el resto de mafiosos que integraban las bandas del narco porque siempre andaba adelante, tanto en las fugas que protagonizó con su Patrón, como en la jugada que fraguó al entregarse a las autoridades en 1992 y que, a la postre, lo salvó de morir en las calles por estar purgando su condena en la cárcel.
En esta ocasión, quizá, Popeye se adelantó demasiado.
Cría fama y provocarás terror
No hay que ser muy empático para imaginarse lo que pueden haber sentido las víctimas de los supuestos cobronazos –verbales, hasta el momento no se conocen daños físicos en medio de las extorsiones-- que realizó Popeye en los últimos tiempos, tanto para recuperar dineros ajenos --contratado por encargo--, como para intentar recuperar bienes que estaban a su nombre en el momento en que fue a dar a prisión y que ahora aparecen en manos de otros.
A pesar de que, según la Fiscalía, en algunos casos efectivamente las deudas eran legítimas, los deudores tenían problemas para pagar, pero pronto los “contratistas” de Popeye se ingeniaron una fórmula infalible: contrataban a Jhon Jairo para que les hiciera una “llamadita” o bien, concertara una reunión con los morosos a fin de instarlos a que pagaran por las buenas.
Con el prontuario de Jhon Jairo y su audacia y retórica a toda prueba –eso no lo puede rebatir nadie--, hubo quienes optaron por vender casa, carros y deshacerse de todos sus bienes, con tal de pagar las platas y alejarse para siempre de Popeye. Aún si este no hubiera incurrido en amenazas violentas, su pasado lo precede y es muy fácil recordar uno de los tantos eslogans de su cruzada criminal: “plata o plomo”.
En octubre del año pasado una familia traspasó una casa y un vehículo a su nombre, supuestamente tras semanas de amenazas. El hombre con quien el exsicario hizo la negociación inicial no volvió a contestarle el celular, por lo que “Popeye” ubicó a la madre, una mujer de más de 60 años a quien citó a una cafetería de Medellín. El mensaje era claro: tocaba pagar, sí o sí. Pero la señora no se dejó intimidar y fue una de las denunciantes, hoy bajo protección de testigos
Lo que no sabía Popeye, con todo y su inteligencia y la de sus supuestos cómplices, es que las autoridades colombianas lo tenían en la mira desde que se convirtió en un dolor de cabeza para ellos, poco después de quedar en libertad, en agosto del 2014. Durante los primeros meses, Jhon Jairo se mantuvo fuera de cualquier problema y cumplió su promesa de vivir con poco, disfrutar los pequeños placeres y “esconderse bajo las piedras”.
Pero ya a partir del 2015 empezaron las quejas y problemas para la policía. Paralelamente, Popeye se convertía en una especie de rockstar o ídolo pop, sobre todo fuera de Colombia, donde cosechó la simpatía y admiración de fans de todas las edades, quienes alegremente viajaban hasta Medellín para conocer a su “guerrero” en persona o bien, compraban los artículos promocionales como libros, fotos, camisetas, material audiovisual, etc, que estaban convirtiendo al Pope en un pujante empresario.
Basta visitar las redes sociales de Jhon Jairo por estos días, después de su detención, donde los mismos administradores de sus cuentas publican las noticias de los medios, sobre el apresamiento de Velásquez Vásquez, a lo que sus fans reaccionan, en su mayoría, con elocuentes votos de apoyo.
Pero bueno, vamos a los hechos que, hasta hace pocas horas, ha ido a dando a conocer la vocería de la Fiscalía de Colombia, sobre los hechos que culminaron con Popeye en una especie de cruel viaje en el tiempo.
Y es que, tras superar los escollos que la mayoría de sus secuaces no pudieron y con las herramientas para convertirse en un empresario próspero, sin problemas con la ley, hoy está a las puertas de la extradición, una medida que en los tiempos de Escobar se convirtió en el eje de batalla y costó miles de muertos en Colombia.
Entre estas se incluye la del Patrón (Escobar), quien fue consecuente con su frase bandera “Mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Miami” y prefirió suicidarse o ser abatido por la policía (hay versiones encontradas al respecto), con tal de no terminar con sus huesos en una prisión de Estados Unidos.
Ironía suprema. Popeye fue, vino, regresó y volvió como un hombre libre, tres años y medio atrás.
Su vuelta a la palestra pública también visualizó de nuevo a Escobar y a muchos de los protagonistas de la cruenta guerra del narcotráfico.
Lo que parece salido de todo guion, incluso de los muchos que le han dedicado gigantes como Netflix a la historia de Popeye, es que el exsicario volvería a las andanzas pero ya no solo se expondría a ser asesinado –como siempre lo ha presupuestado Jhon Jairo-- sino a la temida extradición.
También parece muy fácil juzgar. No es el caso. Está dicho que una persona con semejante hoja de vida tendría casi que volver a nacer para salirse del mundo que conoció desde adolescente. Mucha muerte, mucha sangre, mucha barbarie… Popeye parecía rehabilitado en la cárcel, y afirmaba desde ahí, en entrevistas con medios mundiales, que el crimen no pagaba y que, si le daban la condicional, él y su Dios lo ayudarían a salir avante por los caminos del bien.
La complicada procesión va por dentro y la interpretación de sus actos se queda para expertos en conducta humana. Para nosotros los mortales, parece muy fácil tildarlo de tonto y de no haber aprovechado la oportunidad. Una conclusión simplista ante un caso tan complejo.
Y es que con Popeye, parece que la historia nunca está escrita, habrá que esperar. Pero, por el momento, parecen cernirse oscuras nubes sobre él, quien además ya no tiene la juventud y lozanía de hace 30 años, cuando se batía “pa' las que fueran” por su Patrón.
Aunque bien conservado y saludable, a sus 57 años, 20 años de prisión a futuro (que es lo que calcula la Fiscalía) parecen condena perpetua. Y con la posibilidad de la extradición, resuenan las palabras de Escobar, solo que con variaciones: eso significaría una tumba en vida para Popeye, en alguna prisión del Tío Sam.
Lo que tanto le criticó Jhon Jairo al narcotraficante mexicano Chapo Guzmán, tras su recaptura en enero del 2015, ahora parece volverse en su contra, como una lengua demasiado larga convertida en bumerán.
Detrás de Popeye: los pasos en falso que lo devolvieron a prisión
Un detallado informe publicado el sábado por el diario colombiano El Tiempo, ordena la sucesión de hechos. “Tres años y nueve meses después de haber quedado en libertad, luego de pagar una condena de 23 años y tres meses de cárcel, Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, fue recapturado ayer y se enfrenta a un nuevo proceso judicial que lo podría poner nuevamente tras las rejas".
"El exjefe de sicarios del capo Pablo Escobar, que desde su salida de prisión ha protagonizado varios escándalos y ha generado polémica por sus comentarios en las redes sociales, fue recapturado este viernes cuando se presentó a la sede de la Fiscalía en Medellín a preguntar por otra investigación en su contra por las amenazas que ha lanzado desde su cuenta de Twitter".
"Los investigadores de la Dirección de Crimen Organizado de la Fiscalía y la Policía le notificaron en ese momento que en su contra, y de varios de sus socios, existía una orden de captura que un juez de la capital antioqueña emitió para imputarle el cargo de extorsión. El caso se relaciona con las exigencias que al parecer venía haciendo a dos familias de la ciudad para que entregaran lujosas propiedades con la amenaza de que, si no lo hacían, iban a ser objeto de atentados".
Por esa intimidación, ella le traspasó a Jhon Jairo una casa y un carro avaluados en cerca de 500 millones de pesos. Las autoridades tienen entre sus pruebas un video en el que se observa al capturado con su víctima. La otra familia denunciante aseguró que por temor y bajo amenaza le entregaron a Velásquez Vásquez una finca en Antioquia.
“Aunque son dos los casos ya reportados ante las autoridades, desde el primer momento en la capital de Antioquia empezaron a ser fuertes los rumores de que Popeye estaba buscando recuperar propiedades que en su momento quedaron o en manos de testaferros o que habían pasado, tras varios movimientos financieros, a tenedores de buena fe", dijo el vocero de la Fiscalía a El Tiempo.
Audiencia en Medellín
En una tanqueta de la Policía y en medio de un fuerte dispositivo de seguridad, el exsicario fue trasladado al Palacio de Justicia de Medellín, donde esperó el inicio de la audiencia de legalización de captura, imputación de cargos y petición de medida de aseguramiento en un centro carcelario.
Además de los cargos por el caso de extorsión que vendría realizando junto con otros señalados miembros de una “Oficina de cobro” que opera en Medellín y su área metropolitana, Popeye también tendrá que enfrentar denuncias por amenaza agravada.
Esta última investigación está relacionada con los trinos (posts en Twitter) que hizo contra seguidores del candidato presidencial Gustavo Petro, quien ayer pasó a segunda ronda, en las elecciones colombianas, junto con su contendiente Iván Duque.
“Malditos petristas que denuncian mi tw. Los odio. Si no me puedo expresar... mi fusil hablará por mí”, escribió el exjefe de sicarios en sus redes sociales. Por esto fue denunciado penalmente por el senador Iván Cepeda, quien aseguró que con sus trinos, Jhon Jairo buscaba atemorizar o amenazar a las personas que apoyaron el Sí en el plebiscito por la paz y a los simpatizantes o seguidores del hoy candidato presidencial Gustavo Petro.
Pero el polémico Popeye se había puesto en la mira directa de las autoridades desde diciembre pasado, cuando fue detenido momentáneamente mientras asistía al cumpleaños de Juan Carlos Mesa Vallejo, alias Tom, uno de los más poderosos jefes de la organización de la mafia conocida como “La Oficina”.
En aquel momento, Popeye intentó justificar su presencia en la fiesta con este tuit: “No es delito ir a una fiesta”.
Por esos hechos la Fiscalía pidió hace más de cinco meses al juez 15 de ejecución de penas de Bogotá que revocara la libertad de Popeye por incumplir su compromiso de mantener buen comportamiento, sin embargo hasta ahora no había habido una decisión judicial… hasta que Popeye se presentó justo en las fauces de la justicia.
Como en los viejos tiempos...
Según reseña la Revista Semana, Claudia Carrasquilla, directora nacional con el Crimen Organizado, aseguró que en el concurso de esas conductas punibles, el exsicario “podría tener una pena entre 18 y 20 años de prisión porque son delitos que han tenido unos aumentos por la Ley 1121, que no permiten ni siquiera preacordar, por ellos la pena quedaría bastante alta y teniendo en cuenta el otro concurso por las otras conductas delictivas que posiblemente se le va a imputar”.
El lío con la justicia es de cuantía mayor, a tal punto que las personas que denunciaron los delitos exigieron a las autoridades colombianas la ayuda del gobierno de Estados Unidos para garantizar su seguridad. Tras la gestión ante la Embajada del país norteamericano, previa aprobación de la Fiscalía, se logró un contacto en el que el gobierno estadounidense permitió garantizar los derechos de los denunciantes.
Se trata de dos familias que a comienzos de este año denunciaron a Popeye por intimidaciones para que pagaran una deuda de miles de millones. Los denunciantes, hoy testigos, le contaron a la Fiscalía que Velásquez Vásquez trabajaba en asocio con otras personas para cobrar dichas deudas. Siempre según Semana, a Popeye le pagaban un porcentaje del dinero que consiguiera cobrar, las personas quedaban llenas de pánico cuando Popeye personalmente o por vía telefónica los contactaba para que se pusieran al día.
La tumba en EE.UU.
EL Tiempo confirmó que a la par de las investigaciones en el país contra el exsicario, Estados Unidos lo tiene en la mira por supuestos nexos con embarques de cocaína enviados a ese país.
El mencionado medio estableció que desde hace semanas las autoridades colombianas y de los EE. UU. intercambian información sobre los movimientos de ‘Popeye’ y su cercanía con la temida ‘Oficina’, red criminal que se ha mantenido activa desde los tiempos del cartel de Medellín y que se originó en los temidos combos de sicarios de Escobar. La ‘Oficina’ logró mantenerse vigente durante el predominio de los paramilitares, y una década después de la desmovilización de las Autodefensas Unidas Colombianas (AUC) es considerada por las autoridades como un cartel del narcotráfico que, además, maneja las extorsiones en Antioquia.
Uno de los últimos jefes de esa red criminal era Juan Carlos Mesa, alias Tom, capturado en diciembre del año pasado y por quien las autoridades de Estados Unidos ofrecían una recompensa de hasta dos millones de dólares. ‘Popeye’,
Esta mañana se conoció que Jhon Jairo Velásquez estaba siendo trasladado de Medellín a la cárcel de máxima seguridad de Valledupar.En medio de un complejo operativo fue llevado al aeropuerto Olaya Herrera, donde lo esperaba un avión de la Policía. Ahora queda esperar el voluminoso proceso que se llevará en su contra, y en el que están trabajando conjuntamente las autoridades colombianas y estadounidenses.
Tres años y medio atrás, la revista Semana publicó una nota sobre los últimos días de Popeye en la Cárcel de Cómbita, Boyacá, donde purgó sus últimos 10 años de prisión, en un ambiente más bien tranquilo, con celda individual y donde recibía clases de educación sexual y estudios de la Biblia, entre otros.
Antes de salir, Velásquez le dijo a SEMANA que cuando saliera de la cárcel le gustaría trabajar dando conferencias a los jóvenes para que no cayeran en el mismo error que él cometió, de trabajar para las mafias del narcotráfico y convertirse en uno de sus peores matones. Y se mostró esperanzado en que no le iba a pasar nada, a pesar de los muchos adversarios del pasado que decía tener. Sin embargo, sabía que fuera de prisión había riesgos porque, al fin y al cabo, el único lugar absolutamente seguro era en este espacio donde estuvo tranquilo.
Lo que quizá jamás contempló Popeye en ese momento es que el primer enemigo a vencer, irónicamente, era él mismo.