La Paz. Hace meses tomaron las calles para impedir que Evo Morales se perpetuase en el poder. Hoy algunos siguen acampando en La Paz, pero su rabia se está volcando contra la oposición y su incapacidad para hacer frente común contra el delfín del exmandatario.
“Es una vergüenza total que existan personas y politiqueros hambrientos de poder que solamente velan por sus intereses personales”, dijo Pablo Alba, un activista que integra un piquete que acampa desde hace semanas afuera de la residencia de la embajadora mexicana en La Paz.
Estos militantes hacen turnos de día y de noche con el propósito de impedir la salida de exfuncionarios de Morales asilados en la residencia. Duermen en carpas o improvisadas casuchas de plástico y comen en una olla común.
Al comienzo eran muchos, pero “ahora somos pocos”, admitió Alba, quien afirmó que su vigilia busca asimismo presionar por la unidad de los líderes que adversan a Morales, quienes una vez más irán divididos a las elecciones, convocadas para el 3 de mayo.
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“(Estamos) decepcionados, totalmente decepcionados, desilusionados, desamparados”, expresó Alba, abogado de 29 años, al mascullar su impotencia por la falta de unidad.
“Ellos (los candidatos opositores a Morales) no están pensando en la lucha del pueblo, en la petición del pueblo” de unidad, afirmó el activista, quien teme que un eventual triunfo del abanderado del Movimiento al Socialismo (MAS), favorito en las encuestas de intención de voto, permita que el expresidente indígena vuelva al poder.
Morales, aliado de Cuba y Venezuela que gobernó casi 14 años, dimitió el 10 de noviembre en medio de protestas, motines policiales y pérdida de apoyo de los militares, tras una auditoría de la OEA que constató graves irregularidades en las elecciones del 20 de octubre, en las que había resultado reelegido para un nuevo periodo de cinco años.
Tras la votación, los adversarios de Morales conformaron una suerte de frente común que convocó las protestas que derivaron en su renuncia y la anulación de los comicios.
Divididos frente a Morales
Pero, ahora, estos líderes políticos asisten divididos a las elecciones, en los que Morales -asilado en Argentina- buscará una banca en el Senado, imposibilitado de postularse a la Presidencia.
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En los comicios de octubre, la oposición llevó ocho candidatos para hacer frente al entonces mandatario que buscaba una nueva reelección. Ahora hay seis postulantes, además del delfín de Morales, el exministro de Economía Luis Arce, entre ellos la propia presidenta provisional, Jeanine Áñez.
También se postulan el expresidente de centro Carlos Mesa, el líder cívico Luis Fernando Camacho, clave en las protestas que condujeron a la caída de Morales, y el exmandatario conservador Jorge Quiroga.
“Estamos polarizados entre quienes promueven y defienden un gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS, el partido de Morales) y quienes creen en la democracia”, manifestó Carlos Cordero, un científico político y profesor universitario crítico del exmandatario.
Reconoció que los votantes que rechazan a Morales quieren la unidad para enfrentar al candidato del MAS, quien acapara el 26% de la intención de voto.
Un país polarizado
Sin embargo, consideró que pese a que “hay un sistema político fragmentado”, es posible que en las urnas se refleje un “voto útil”: una concentración de sufragios en favor de Mesa o Áñez, en desmedro de otros aspirantes, para impedir un triunfo del MAS.
Una reciente encuesta de la firma Mercados y Muestras coloca a Mesa y Camacho empatados en el segundo lugar con 17%, después de Arce. Les siguen Áñez con 12%, el pastor evangélico de origen coreano Chi Hyun Chung con 6% y Quiroga con 3%.
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Por las calles de La Paz se respiran esas divisiones, pero sigue dominando la polarización entre partidarios y adversarios de quien fue el primer gobernante indígena de Bolivia.
Se ven básicamente grafitis en favor y en contra de Morales: “Evo ladrón, falso indígena” o “Evo presidente líder indígena” y “contigo somos pueblo”.
"Evo si Alan García pudo, por qué tú no?", dice otra pintada que alude al suicidio en abril pasado del expresidente de Perú, acusado de corrupción.
En la ciudad de El Alto, vecina de La Paz y poblada principalmente por aymaras, el activista Saúl Paredes, de 33 años, contó con orgullo que participó en las luchas callejeras que enfrentaron a seguidores de Morales con efectivos de la Policía y el Ejército.
Dijo que lo hace en defensa de una cultura indígena que, según él, es avasallada por el gobierno derechista de Áñez.
Empero, Paredes afirmó que es momento de que todos los sectores políticos se unan “por el progreso” de Bolivia.
“Deberían dejar sus intereses personales los candidatos, los que están en la coyuntura política y tratar de limar asperezas” para “unificar al país de manera más saludable”, expresó.
Los sondeos anticipan que la fragmentación se reflejará en las urnas el 3 de mayo, lo que hará necesario un balotaje, el 14 de junio.
El nuevo presidente debe asumir a fines de junio o principios de julio, lo que marcaría el fin de la crisis desatada en octubre.