Nápoles, Italia. La capital del sur de Italia, Nápoles, se preparaba este viernes a introducir más restricciones ante el alarmante brote de coronavirus, con los hospitales al borde del colapso y los médicos que atienden en sus automóviles a los pacientes que esperan ingresar a urgencias.
“No tenemos casi camas disponibles”, confesó alarmado Rodolfo Punzi, jefe del departamento de enfermedades infecciosas del hospital napolitano Domenico Cotugno.
Los médicos tuvieron que sacar los tanques de oxígeno para atender a las personas directamente en sus coches, mientras una larga fila de automóviles rodeaba la entrada a urgencias.
Vestidos con sus equipos de protección, los especialistas intentaban atender a los nuevos pacientes contagiados y que presentan síntomas de asfixia.
"Ver correr a las enfermeras entre los automóviles para llevar un tanque oxígeno me enorgullece", reconoció Punzi.
La segunda ola de coronavirus está azotando con particular fuerza a la sureña Nápoles, que había sido golpeada poco en marzo al inicio de la pandemia que devastó el norte de Italia.
Las dramáticas imágenes transmitidas en todo el país y en las redes sociales de un anciano muerto en el piso del baño de urgencias del hospital Cardarelli de Nápoles, alarmaron a la población, así como a las autoridades locales que han recordado las deficiencias históricas sanitarias en esa región, entre las más pobres de la península.
"Ese video desenmascaró las numerosas mentiras que se cuentan y se repiten sobre la atención médica en Campania. Tenemos miedo. Por eso pedimos ayuda", aseguró el sacerdote Don Maurizio Patriciello, conocido defensor de los derechos de la salud en la región.
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“Nos piden que evitemos llenar los hospitales, que nos quedemos en casa cuando aparecen los primeros síntomas del contagio. Obedecemos y cuando nos enfermamos más y llamamos para pedir la prueba molecular, pasan horas, días, antes de que nos den una respuesta”, reclamó.
Situación descontrolada
“La situación en Campania está fuera de control, debe ser declarada zona roja”, pidió el canciller italiano, Luigi Di Maio, oriundo de esa región, cuya capital es Nápoles, preocupado por las alarmantes informaciones sobre su tierra.
El Gobierno, que quiere evitar declarar el confinamiento nacional por temor a las consecuencias económicas y sociales, estudia la posibilidad de desplegar el Ejército para montar hospitales de campo en las regiones del sur más golpeadas.
La médicos italianos temen además que la segunda ola sea aún más grave que la de marzo debido a que el personal sanitario resulta insuficiente, muchos se han contagiado y otros están exhaustos.
“Pedimos el confinamiento inmediato de todo el país. El aumento del número de muertos y de internados en las unidades de terapia intensiva es excesivo”, señaló Filippo Anelli, presidente del Colegio Nacional de Médicos.
Los contagios en Italia superaron el umbral simbólico del millón esta semana y el Ministerio de Salud registró más de 30.000 casos al día y 600 muertes, cifras exorbitantes para un país de 60 millones de habitantes y que en octubre registró sólo 2.000 casos al día y pasó los meses de julio y agosto sin grandes sobresaltos.
Con el nuevo sistema introducido por el primer ministro, Giuseppe Conte, que divide por colores a las 20 regiones según el nivel de contagio, Campania, amarilla, con un riesgo mediano, deberá pasar a zona roja, donde los bares, restaurantes y la mayoría de las tiendas permanecen cerradas y la movilidad de los residentes es restringida.
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La situación crítica de Campania podría extenderse a otras regiones sureñas pobres como Calabria o Sicilia, debido al aumento progresivo de los casos y a que las infraestructuras sanitarias son mucho más deficitarias que las del norte rico e industrializado.
“Sicilia está ante una masacre anunciada”, advirtió esta semana en una carta al Gobierno el alcalde de Palermo, Leoluca Orlando.