Es la cuarta vez que Gintaala es separada cruelmente de una cría. En esta ocasión debe desprenderse de su hija Boonshoo, una elefante hembra de año y cinco meses.
Una se aferra a la otra. La madre cubre a la hija con la trompa, mientras la pequeña huye a refugiarse en el enorme cuerpo de su progenitora.
Ambas se mueven de un lado a otro, desorientadas. Emiten sonidos desesperados en protesta por la traumática separación.
Gintaala no logra romper a tiempo las cadenas que atan sus patas a un árbol. Para entonces, Boonshoo ya va en camino a su nueva vida: la esclavitud y el maltrato con fines turísticos.
Esa es tan solo una de las innumerables imágenes “encubiertas e inéditas” documentadas en Tailandia, Asia, por la organización Protección Animal Mundial (World Animal Protection, WAP), entre 2018 y 2020.
Las desgarradoras escenas fueron difundidas recientemente, tanto en videos como en fotos, por este organismo internacional, que exige acabar con la explotación de elefantes en esa nación del sureste asiático.
Ahí, antes de cumplir los dos años —etapa en la que son más dóciles— los elefantes son separados de sus madres, atados con cadenas a estructuras donde son inmovilizados y expuestos frecuentemente a situaciones estresantes.
Estas crías son lastimadas en las áreas más sensibles de su cuerpo, como la cabeza, con ganchos de metal; con estos las amenazan si no siguen las instrucciones de sus amos.
Con ese sometimiento, los adiestradores logran despojar al animal de cualquier mecanismo de defensa y obligarlo a acatar acciones que no son propias de su instinto, como pintar con la trompa sobre un lienzo, caminar sobre sus patas traseras y dar paseos a turistas montados en el lomo.
Es un método para “romper el espíritu de los elefantes” por medio del maltrato físico y psicológico, para convertirlos en mercancía turística, asegura Protección Animal Mundial.
Según esta organización benéfica internacional, al menos 2.800 elefantes son brutalmente explotados de esa manera en Tailandia.
El ente mundial hace más fuerte su pronunciamiento en momentos en que se espera la reanudación de la actividad turística en ese país, tras los embates económicos por la pandemia del nuevo coronavirus.
“La industria del turismo se detuvo a raíz del covid-19, pero se reconstruirá. Esta es la oportunidad ideal para construir un futuro mejor. Hacemos un llamado a la industria del turismo para que revise sus políticas de vida silvestre y deje de ofrecer experiencias de explotación a sus clientes”, expresó Audrey Mealia, jefe global de Vida Silvestre de Protección Animal Mundial.
Según la vocera, la humanidad se encuentra en “un punto de inflexión” en términos de relacionamiento con los animales silvestres.
“Durante mucho tiempo, estas criaturas inteligentes y sociables han sido víctimas de un cruel comercio que arranca a los bebés elefantes de sus madres y grupos familiares. En la naturaleza, los elefantes madre, hija y nieta pasan toda su vida juntas. En cambio (al separarlos), están destinados a una vida de sufrimiento y brutalidad detrás de escena”, argumentó Mealia.
Turistas más sensibles
La experta de Protección Animal Mundial urge a los turistas a investigar y sensibilizarse con el proceso que hay detrás de estas actividades.
“(Los animales) son cruelmente explotados para el entretenimiento, bajo la apariencia de diversión inocente para los visitantes. Los turistas se engañan creyendo que están ayudando a estos elefantes y la conservación de la especie, mientras que, en realidad, están creando la demanda de tales actividades.
“Queremos exponer el alcance del verdadero sufrimiento que viven estos animales: una vida de horror por esa experiencia de vacaciones única en la vida”, reprochó.
Con el estancamiento de la industria por la pandemia, al menos 85 campamentos de elefantes en Tailandia cerraron, lo que dejó sin empleo a más de 5.000 personas.
Protección Animal Mundial ha prestado ayuda económica a 13 campamentos que trabajan en forma “amigable con los elefantes” en Asia, para mantenerlos a flote.
Como una solución sostenible a largo plazo, la organización benéfica aboga por una prohibición de la cría de elefantes en cautiverio, para garantizar que las futuras generaciones se salven de ese trauma.
Los turistas también tienen un poder considerable para darle la espalda a las prácticas poco éticas y pueden optar por ver a los elefantes en su hábitat natural, o apoyar campamentos amigables con los elefantes, reitera la entidad.
Para la mayoría de los elefantes que son sometidos a la explotación con fines turísticos, es imposible regresar a la naturaleza, por lo que la mejor opción es mantenerlos en un campamento responsable.
A pesar de que estos sitios siguen siendo turísticos, lo único que pueden hacer los visitantes es observarlos, sin departir directamente con ellos.
En esos lugares, los elefantes tienen la libertad de deambular, pastar y bañarse mientras socializan con los de su misma especie, en lugar de ser utilizados para paseos extenuantes o estar encadenados y expuestos al sol durante todo el día.
Recientemente, Protección Animal Mundial pidió a los líderes del G-20 —un foro de 19 países de todos los continentes— que apliquen una prohibición global del comercio de vida silvestre.
Si usted desea sumarse a esa solicitud, firme la petitoria en este enlace.