
Washington, Estados Unidos. Estados Unidos abrió este jueves por la noche una nueva fase de su ofensiva militar contra el narcotráfico en América Latina con el despliegue del portaaviones USS Gerald Ford, el más grande del mundo, en el Caribe.
La iniciativa, bautizada Operación Lanza del Sur, amplía significativamente las capacidades militares estadounidenses en la región y profundiza la estrategia de la administración Trump para frenar lo que denomina “narcoterrorismo” en el hemisferio.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció la operación a través de la red X: “Esta misión defiende nuestra patria, elimina a los narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege a nuestra gente de las drogas que matan”.
Añadió que el Hemisferio Occidental “es el vecindario de Estados Unidos” y que Washington “lo protegerá”.
Aunque el comunicado oficial no detalla las acciones previstas, analistas en Washington destacan que la llegada del portaaviones, junto con su flotilla de escolta, abre un espectro más amplio de opciones militares.
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Con este movimiento, el Gerald Ford se suma a seis navíos ya posicionados en el Caribe y otro más en el Pacífico.
Venezuela, en el centro del foco
La nueva fase ocurre en medio de crecientes tensiones entre Washington y Caracas.
El secretario de Estado, Marco Rubio, calificó al gobierno de Venezuela como “un régimen ilegítimo” y “una organización de narcotráfico que se ha adueñado del poder”.
Según dijo, el país no debería temer una escalada si “dejan de enviar barcos con drogas”.
El presidente Donald Trump ha evitado confirmar un posible conflicto armado, pero en una entrevista reciente sugirió que los días de Nicolás Maduro “están contados”, lo que alimenta las especulaciones sobre una ofensiva más directa.
Hasta ahora, una veintena de ataques contra embarcaciones sospechosas de transportar drogas han dejado al menos 76 muertos, mientras que Trump adelantó que se preparan ataques terrestres y sugirió que la CIA ya opera en la región.
Expertos consultados por el Consejo Atlántico coinciden en que Washington ve esta ofensiva como parte de una competencia de poder con China y Rusia, aliados de Caracas.
Para Alexander B. Gray, director ejecutivo de American Global Strategies, la estrategia responde a la doctrina “America First”, que prioriza frenar el narcotráfico desde su origen.
“Van a mantener este despliegue el máximo tiempo humanamente posible hasta alcanzar el objetivo: interrumpir el flujo de drogas hacia Estados Unidos”, afirmó.
Un eventual ataque en territorio venezolano plantea riesgos de daños colaterales, advierte Douglas Farah, experto en seguridad y narcotráfico.
Señala que Puerto Cabello, el principal puerto del país y presunto punto de tránsito de drogas, podría ser un objetivo militar, aunque cuestiona que un bombardeo altere la correlación de poder en el país.
Por su parte, la general retirada Laura J. Richardson, exjefa del Comando Sur, aseguró que, si la intención es precipitar un cambio político, el objetivo “debería ser una transición pacífica”, lo que requiere mantener canales abiertos con las fuerzas armadas venezolanas.
Coincide con esa visión el exenviado especial para Venezuela Elliott Abrams, quien subrayó que Washington debe garantizar a los militares venezolanos que no quedarán en desventaja tras un eventual cambio de gobierno.
Incluso insinuó que una operación encubierta de la CIA podría estar trabajando ese acercamiento.
Juntos, los expertos coinciden en que la ofensiva militar abre un capítulo más agresivo y con múltiples riesgos en la política hemisférica de Washington, mientras la región sigue atenta a las implicaciones de un despliegue sin precedentes.
