Hay espacio para ser moderadamente optimista respecto al desempeño de la economía costarricense durante los próximos meses. Varios factores contribuirían, especialmente en 2020, a que la economía crezca un poco más rápidamente.
Por un lado, aunque la probabilidad de un debilitamiento del impulso generado por la demanda externa es alta y sus efectos negativos importantes para la economía local; en el corto plazo la respuesta de los bancos centrales de las economías avanzadas a la expectativa de ralentización de la actividad económica y el reflejo de una menor demanda sobre los mercados de materias primas han conducido a que se reduzcan tanto los tipos de interés como los precios de muchos commodities; marcando un contraste con las tendencias que venía observándose desde finales de 2016 y que formaron parte de los factores que contribuyeron a que se desacelerara el gasto interno.
En el frente interno, las condiciones crediticias tienen espacio para mejorar, especialmente cuando se le comparan con las experimentadas durante los terribles y angustiantes últimos meses de 2018. Aunque el ajuste en las finanzas gubernamentales apenas ha comenzado y las dudas acerca de su suficiencia y, en especial, de si tendrá lugar la necesaria contención del gasto aún persisten, lo cierto es que al asegurar el Ministerio de Hacienda un importante contingente de financiamiento externo para el cierre de este año y los primeros meses de 2020, crea el espacio para que el crédito interno empiece a fluir con mayor normalidad hacia las empresas y las familias y los tipos de interés a reducirse.
Riesgos, por su supuesto abundan. Externamente hay dos que deben quitar el sueño: una desaceleración más abrupta de los Estados Unidos y altos y volátiles precios de hidrocarburos debido a tensiones geopolíticas. A lo interno, para apuntalar la recuperación será necesario que el Ejecutivo no retire su dedo del renglón del ajuste, aplicando con firmeza los instrumentos por los que tanto luchó en el plano político y entregando resultados claros en términos de reducción del déficit.
El otro gran riesgo es el sociopolítico: agrupaciones políticas, gobierno, grupos de interés y, en general, la ciudadanía debe evitar que tribalismos y el oportunismo electoral dinamiten puentes de negociación y acuerdo. Si la crispación aumenta, la confianza de los hogares y las empresas se deteriorará arruinando los pequeños brotes de recuperación.