La pobreza multidimensional, que toma en cuenta las diferentes dimensiones en las que sufren privaciones los hogares, se mantuvo sin variaciones en el 2020 (cerca del 16%); no obstante, algunos de los indicadores que la componen sí sufrieron un deterioro.
Tal es el caso del indicador “sin uso de Internet”, que pasa de un 15,7 % de hogares con esta carencia, en el 2019, a un 20,2% este año.
Se consideran con privación aquellos hogares donde ninguna persona, de cinco años o más, haya utilizado Internet en los últimos tres meses. En el caso de hogares conformados únicamente por personas adultas mayores (de 65 años o más), independientemente de si utilizaron o no Internet en los últimos tres meses, no se consideran con esta carencia.
“El Internet llama la atención porque era el indicador que explicaba la reducción de los últimos cinco años, que pasaba de un 25% a un 16% (de la pobreza); en este año aumenta levemente (el indicador), pero no aumenta la pobreza (multidimensional) y eso posiblemente tiene que ver con que los hogares que hoy aducen no tener Internet posiblemente eran gente que estaba diciendo en los últimos años que tenía acceso por teléfono y, debido a la contracción, ya ni siquiera tienen el teléfono”, consideró Natalia Morales, investigadora del Programa Estado de la Nación.
La caída en Internet, añadió Morales, tiene que ver con el desempleo, pues si no se tiene ingresos, lo que se va a recortar es el pago de servicios no elementales, y posiblemente son hogares de baja calificación, en los cuales el Internet no les resulta clave para sus actividades.
Recientemente, se informó de que 10.325 beneficiarios del Programa Hogares Conectados tuvieron que abandonarlo debido al impacto económico que sufrieron por la pandemia de covid-19.
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La pérdida del trabajo o el recorte del salario provocaron que estas personas se quedaran sin la capacidad de cubrir la tarifa mínima, que oscila entre ¢3.500 y ¢10.200, dependiendo de su nivel de ingresos.
“La disminución en los ingresos de los hogares, particularmente de los más pobres, ha resultado en un menor acceso a Internet en una sociedad que ya exhibía brechas importantes en este acceso, reconocido como un derecho humano”, comentó Leda Muñoz, directora de la Fundación Omar Dengo.
Para Muñoz, la noticia es preocupante porque precisamente en estos momentos la conectividad puede representar la diferencia entre avanzar o no en el proceso educativo de los estudiantes en esos hogares, o incluso entre permanecer en el sistema educativo o no.
Muñoz añadió que con la Fundación Omar Dengo han trabajado en un programa de “una computadora por estudiante” que beneficia actualmente a cerca de 80.000 estudiantes y a unos 2.000 centros educativos que cuentan con la posibilidad de trasladar las computadoras a sus hogares.
“No obstante, sabemos que muchos de ellos no pudieron aprovechar estas tecnologías en todo su potencial, debido a problemas de conectividad”, comentó.
Para afrontar la crisis de la pandemia, el Ministerio de Educación Pública y otras instituciones están buscando formas de resolver el acceso desigual.
La pobreza multidimensional, indicador desarrollado por la Universidad de Oxford, contempla cinco ámbitos: educación, vivienda, salud, trabajo y protección social, y cada dimensión está compuesta por indicadores.
Otros que sufrieron deterioro fueron “fuera de la fuerza de trabajo por atender obligaciones familiares”, el cual aumentó de 23,6 % a 27,8 % de un año a otro, y en la dimensión trabajo, el indicador “desempleo de larga duración y personas desalentadas” se observa que impacta al 16,9% de estos hogares (5,9 puntos porcentuales más que en el 2019).