Desde los orígenes de la humanidad ha sido necesario el intercambio de bienes y servicios. Para ello las distintas sociedades han ido buscando consensos en cuanto a medios de pago que tengan aceptación general.
De la economía de trueque donde los bienes se intercambiaban por otros bienes o servicios se pasó a un sistema donde una mercancía (en el caso de Costa Rica, el cacao) era aceptada como medio de pago, pero al tratarse de bienes perecederos se migró a los metales preciosos, denominado el Patrón Oro, vigente durante el siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, en donde la circulación del dinero estaba respaldada por la cantidad de oro que tuviese cada país.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, se estableció en los Acuerdos de Bretton Woods, el llamado Patrón Dólar, vigente hasta 1971, en donde los países aceptaron como medio de pago internacional el dólar, bajo el supuesto de que estaba respaldado por reservas en oro del banco central de ese país, la Reserva Federal, y por eso, a ese dinero se le llamó dinero con respaldo o dinero fiduciario.
Sin embargo, durante 1971, ante las dudas de que existiese la cantidad de oro suficiente para respaldar todo los dólares que circulaban, se abandonó ese sistema y se entró a uno, en donde cada país, por medio de sus bancos centrales, tiene la capacidad de emitir sus propias monedas sin respaldo de un activo a lo cual se llama dinero fiat (del latín hágase), para resaltar dicho poder de creación.
Con el desarrollo de la criptografía, una técnica matemática para proteger u ocultar información a terceros no autorizados, y las nuevas tecnologías disruptivas, desde el año 2009 nace el dinero digital, el dinero de Internet o criptomonedas.
La primera y más conocida de ellas es el bitcóin, que lo podemos definir como un activo digital que no existe físicamente sino que circula por medio de un sistema de nodos o computadoras a lo largo del mundo.
El bitcóin respecto al dinero fiat tiene la ventaja de que no le pertenece a ningún estado y puede utilizarse de manera estándar en todo el mundo, lo cual facilita la inclusión financiera de personas que no tienen acceso al sistema financiero formal. Además, es un sistema descentralizado pues no existe un ente que lo controle y sus costos de intermediación son más baratos porque las transacciones se hacen directamente de persona a persona; además, no puede ser copiado, "hackeado" ni destruido por ser de tipo virtual y encriptado.
Sin embargo, el bitcóin, como todo en la vida, tiene desventajas y es que su aceptación como medio de pago todavía es limitada y por lo tanto no puede considerarse aún como dinero; a lo sumo sería lo que se llama un activo de resguardo de valor, lo cual se conoce como cuasi-dinero.
Además, su valor es muy volátil, en solo este año un bitcóin inició con un precio de $930 y hoy se transa en $8.286, o sea, se ha multiplicado casi nueve veces, una rentabilidad que difícilmente un activo legal puede dar. También, al no estar regulado o controlado por un tercero podría facilitar transacciones ilegales ligadas al narcotráfico o prestarse a fraude.
Sin duda estamos en una cuarta revolución industrial, por lo que con el avance de la Internet de la información a la del valor, es de esperar que las criptomonedas vayan minimizando sus debilidades e incluso se habla ya de países como Estonia que están pensando lanzar su propia moneda virtual llamada Estcoin.