Representan el amor perfecto. Soportan los tiempos más fríos, se detienen en el tiempo, cruzan el Atlántico y finalmente florecen lejos de su hogar, desplegando una belleza fugaz.
Poco comunes en este lado del mundo, los tulipanes brotan a borbollones para estas fechas en las alturas de Birrí de Heredia. Con motivo del Día de la Madre, se habrán vendido unos 40.000 producidos en suelo tico.
“Es lo que la gente más pide ahora, es la flor de moda; supera a las rosas, incluso”, dice Luis Alberto Chinchilla, dueño de la floristería La Gardenia, ahora ubicada 450 metros al este del AyA de San José.
Para llegar como presentes hasta las manos de alguna homenajeada, los tulipanes debieron atravesar una larga travesía, pues sus verdaderas raíces no pertenecen al Trópico.
Estas flores son originarias de Turquía e Irán, muy populares entre los antiguos sultanes, pero son consideradas también las flores nacionales de Holanda, aunque sea de manera no oficial. La historia ha podido determinar que el director del jardín botánico de Leiden, Carolus Clusius, fue quien plantó allí el primer bulbo de tulipán, en el siglo XVI.
En Costa Rica los cultivaron por primera vez unos floricultores catalanes, pero luego dejaron de producirlos.
Las banderas fueron las que le permitieron después a la empresa Expoflora apropiarse por completo de ese segmento del mercado que dejaron vacantes los españoles. La compañía le pertenece al holandés René Kuiper ,y a su esposa Silvia Vega.
Ella recuerda que en 1992, cuando comenzaron las operaciones, recorría las floristerías del país para regalar muestras de los lirios y las calas que producían. La pregunta que le hacían era siempre la misma: “¿Y cómo no van a sembrar tulipanes?”.
Complacer a los clientes suponía toda una complicación, pero también una oportunidad. Kuiper, proveniente de una familia de floricultores de Holanda, comenzó a importar bulbos de tulipanes para ver si podía hacerlos crecer en suelo nacional.
Para que los bulbos lleguen hasta aquí, tienen que haber sido sembrados en el otoño, atravesado las nevadas del invierno y florecido en la primavera. Entonces, y aunque pueda parecer irónico, son despuntados y las flores les son arrebatadas. El objetivo de esta técnica es que toda la energía de la planta que se dirigía a la flor se desvíe hacia el bulbo para engrosarlo, y luego exportarlo hacia Costa Rica.
Mediante cámaras de refrigeración que emulan las condiciones climáticas de los Países Bajos, Kuiper logró que los bulbos echaran raíces y que sus flores comenzaran a colmar los arreglos que diseñan manos ticas.
En una semana común, producen unos 25 tulipanes, pero para San Valentín y el Día de la Madre, la producción se incrementa hasta las 40.000 unidades.
“El tulipán es caro. Es una flor que va dirigida a un mercado muy acomodado”, admite Vega quien, sin embargo, asegura que la respuesta de los floristas fue muy positiva desde el inicio.
Chinchilla, de La Gardenia, coincide. Un arreglo con una decena de tulipanes puede rondar los ¢30.000. Aun así, en su negocio nunca se tienen que desechar los tulipanes, pues se logran colocar todos los que les lleven los proveedores.
“El tulipán hay que ofrecerlo, porque la gente no está muy empapada sobre ese producto”, afirma Chinchilla. “La gente llega preguntando si hay tulipanes. Todavía hay dudas de que existan en Costa Rica”.