El 2020 se perfila como un año difícil y crítico para lograr convencer a la mayor cantidad de países en el mundo sobre la urgencia de incrementar la ambición en sus metas de acción climática, más no así a la sociedad civil, donde más bien los ánimos están candentes.
Mientras que los llamados de urgencia por parte de la comunidad científica, aún no logran penetrar las salas de reuniones en los grandes hoteles, centros de convenciones y oficinas gubernamentales, en la calle resuenan con fuerza y lo seguirán haciendo durante el año que inicia, según expertos consultados por La Nación.
La esperanza es que estas demandas, desde la ciudadanía, beneficien los procesos de negociación política y a que ciertos líderes cambien sus posturas, para aceptar medidas más contundentes y en consonancia con lo que exige la ciencia.
Con rostro joven
Las masivas manifestaciones ciudadanas fueron una de las principales características que rodearon las discusiones sobre el cambio climático y la necesidad de mayores compromisos, por parte de la comunidad internacional.
No en vano Greta Thunberg, una adolescente sueca de 16 años, se convirtió en un referente mundial y en el rostro de la insatisfacción social. Su huelga escolar, sacó a los estudiantes de las aulas para unirlos detrás de una misma causa. Su nombre sonó para el premio Nobel de la Paz y fue elegida personalidad del año por la revista Time.
Para Alden Meyer, representante de la Unión de Científicos Preocupados, si bien el impacto del movimiento de jóvenes y las movilizaciones sociales, “es desigual y varía según el país,” lo cierto es que es “un nuevo elemento que es bienvenido en la ecuación” y que seguirá estando presente en los meses por venir.
“Ver la cantidad de atención y visibilidad que las acciones de los jóvenes atraen alrededor del mundo, es muy útil; también el poder de las personas jóvenes para hablar con sus familiares y amigos, retándolos a pensar más a profundidad y a pensar sobre lo que están haciendo y las acciones que pueden tomar”, expresó.
Alertas ignoradas
Durante el 2019, los científicos que integran el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), dieron nuevos motivos para alarmarse, con informes dedicados a la tierra y a los océanos. Mientras que el grupo de expertos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre la biodiversidad, el IPBES, advirtió, por su parte, sobre la vertiginosa degradación de las poblaciones de especies.
Al mismo tiempo, los fenómenos climáticos extremos se multiplicaron, desde el ciclón Idai en Mozambique al tifón Hagibis en Japón, pasando por una canícula récord en Europa, sequías en América Central e incendios en Australia, California y la Amazonía brasileña. Venecia se inundó e Indonesia tiene previsto desplazar su capital debido a la subida de las aguas.
Sin embargo, estas señales parecen no ser tan claras para muchos gobernantes, aún cuando los datos están disponibles. “No hay razón por la que cualquier líder ignore lo que está en juego, lo que está pasando y cuáles son las proyecciones”, dijo Meyer.
Es poco probable que los movimientos sociales desaparezcan en el 2020 o pierdan ímpetu. Así lo auguró la joven Thunberg, al catalogar este periodo como “el año de la acción”.
“Entraremos en una nueva década, una década que definirá nuestro futuro”, expresó la joven sueca, en declaraciones recogidas por la agencia AFP.
Consecuencias políticas
Estas demandas desde la ciudadanía podrían beneficiar las ya de por sí complicadas negociaciones, de acuerdo con Andrea Meza, titular de la Dirección de Cambio Climático (DCC), del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
“Tenemos líderes que no están escuchando tanto, incluso son negacionistas del tema de cambio climático, pero creo que la presión que se puede generar a partir de las movilizaciones de jóvenes, de los compromisos que haga el sector privado, de traer más alcaldes a la mesa, eso va generando una serie de presión política y yo creo que eso es lo que va a hacer que ciertas posturas cambien”, expresó a La Nación.
Entre las razones que podrían seguir alimentando las grandes movilizaciones y protestas sociales durante el 2020, de acuerdo con Meza, es que “desafortunadamente”, seguiremos viendo eventos catastróficos, “con todo el costo en vidas humanas, en pérdida de biodiversidad y ecosistemas”.
“Pero eso sin duda cala en la población, y eso creo que termina generando presión política, que vamos a ver reflejada en los procesos electorales, con más partidos verdes, líderes con agendas más progresistas en esa línea o incluso a los partidos conservadores, tener posiciones un poco más ambiciosas”, dijo.
Meza destacó el caso de los incendios forestales que continúan devastando a Australia, desde el año anterior, y que si bien suceden con regularidad durante la primavera, en esta ocasión, se presentaron más temprano en la temporada y ha sido más virulentos, debido, entre otras cosas, a condiciones más favorables a las llamas provocadas por el calentamiento global.
“Por ejemplo, lo que está pasando en Australia, en este momento, tenemos un primer ministro (Scott Morrison) que es bastante poco ambicioso, yo creo que esta tragedia que estamos evidenciando y que muestra la crisis climática en la que estamos, no me cabe la menor duda que va a tener repercusiones en el nivel político y creo que eso es lo que vamos a seguir viendo”, indicó la funcionaria.
La ciencia no puede sola
Al lado de una sociedad civil cada vez más resuelta a manifestarse, está una comunidad científica más activa en el debate público.
Esto, según Meyer, se observa en las participaciones cada vez más frecuentes en foros o hablando en medios de comunicación, colaborando con grupos de la sociedad civil para dar a conocer la información. Eso sí, aclara que esta no es una labor que la comunidad científica pueda hacer por sí sola, “necesita líderes de todos los sectores comprometidos”
La comunidad científica ha sido muy activa en términos de proveer la información, los análisis, no hay razón por la que cualquier líder ignore lo que está en juego, lo que está pasando y cuáles son las proyecciones. La ciencia está disponible.
“Los científicos son una parte crítica (...) pero por sí solos, no son lo suficientemente poderosos para cambiar los cálculos políticos de los presidentes, primeros ministros, se necesita de otros actores involucrados”, advirtió.