Lo confieso: cada vez que alguien califica a una persona aún no vacunada con antivacunas tengo que respirar hondo. Tal vez es porque llevo más de una década de acumular correos electrónicos, no tan agradables, de quienes efectivamente forman parte de un movimiento antivacunas, que para mí las diferencias entre ellos y quienes no están vacunados por dudas o temores, son muy obvias.
Y es que, aunque el resultado pueda parecernos el mismo, son muy diferentes las motivaciones que llevan a unos a negarse y a establecer una cruzada por la no vacunación, y a otros a dudar y retrasar la inoculación lo más posible.
Con unos, ya dejé de perder mi tiempo, con otros, más bien destino más tiempo a escucharlos y acompañarlos.
Además, mucho ha cambiado en menos de dos semanas, desde que se anunció la obligatoriedad del certificado vacunal a partir de diciembre para acceder a muchísimas actividades. Esto caldeó los ánimos de los primeros y aumentó la incertidumbre para los segundos.
En este momento, queda en quienes sí estamos vacunados, dar ese testimonio personal y no juzgar a los que dudan por miedo, normal en el ser humano. Si queremos convencer a alguien de vacunarse el dedo acusador no es el mecanismo.
En este episodio de Reporteras de Covid: los no vacunados.