Santa Claus rides a reindeer and sled outside Rovaniemi, Finnish Lapland on December 15, 2011. AFP PHOTO/JONATHAN NACKSTRAND (JONATHAN NACKSTRAND)
Al llegar el mes de diciembre, un barco de vapor atraca en las costas holandesas. De él desciende un hombre que recorre ese país en el lomo de su caballo Amerigo.
A su paso reparte galletas y naranjas. Los niños saben que, si dejan sus medias o zapatos colgando, es posible encontrar un regalo. Eso sí, solo si se han portado bien.
Los holandeses conocen esta fiesta como Sinterklaas, y se celebra todos los 5 y 6 de diciembre desde 1934. El festejo recuerda a un personaje arraigado en la tradición de este país europeo desde mucho antes: Sint-Nicolaas, más conocido en América Latina como “Colacho”, San Nicolás o Santa Claus.
¿Cómo llegó este personaje a nuestras Navidades? Primero emigró a los Estados Unidos en el siglo XVII. Sint-Nicolaas venía en la maleta de costumbres y tradiciones que trajeron consigo los inmigrantes holandeses que fundaron Nueva Ámsterdam, lo que hoy es Nueva York.
Fue el escritor Washington Irving, en su libro Historia de Nueva York (1809), quien lo nombró como Santa Claus. Sin embargo, el poema A Visit From Saint Nicholas (1823), de Clement Moore, le dio su característica carcajada y develó cómo descendía por la chimenea.
El personaje se popularizó mundialmente por medio de la publicidad, específicamente de la Coca-Cola Company, que contrató al pintor Haddon Sundblom para remozar la imagen de Santa Claus.
El ‘Colacho’ de verdad. Sint-Nicolaas está basado en la vida del obispo de Mira, hombre de buen corazón que repartía dulces a los niños.
San Nicolás de Bari nació en el año 280 en Patara, antigua ciudad de Turquía. Sus padres murieron cuando ayudaban a los enfermos de la peste, lo cual conmovió al joven, que repartió sus bienes para irse a vivir con su tío y terminó ordenándose sacerdote.
Su bondad era conocida; se cuenta que una vez ayudó a tres jóvenes que no contaban con la dote necesaria para casarse. Él, tratando de no ser visto, depositó unas monedas de oro en las medias que las muchachas dejaron secando en la chimenea.