En el 2009, un estudio realizado a nivel nacional determinó que, en Costa Rica, las ventas del sector aeroespacial generaban $170 millones. De este monto, el 17% se utilizó en reinversión y desarrollo, para procurar así un mayor crecimiento en esta área.
Sin embargo, fue hasta hace poco tiempo que en el país se sistematizó el avance en dicha área, especialmente a partir de la creación del Cluster Aeroespacial de Costa Rica, en el 2016. Actualmente, hay más de 30 empresas trabajando para promocionarse de manera conjunta en el área aeroespacial.
“El primer satélite hecho en Costa Rica (Proyecto Irazú) de alguna forma fue la causa del desarrollo local en el área. La consecuencia fue que se abrieron más posibilidades de traer operaciones de más alto nivel al país”, opina Adolfo Chaves, coordinador del Laboratorio de Sistemas Espaciales (SETEC – Lab), de la Escuela de Electrónica, del Tecnológico de Costa Rica.
Si bien, nuestro país en un inicio se enfocaba exclusivamente en aportar en el área de la manufactura, posterior a este cambio ha contribuido a otras áreas como diseño, electrónica, mecánica de precisión y en software, con la participación de empresas como Astro Rocket y Ticoelectronics, entre otras.
Al insertarse en estos procesos globales, las posibilidades de crecimiento de Costa Rica radican en la especialización. Según Chaves, el país tiene la capacidad de concentrar sus esfuerzos en áreas específicas para competir con equipos que brinden valor agregado.
Por la naturaleza del área, es difícil pensar que el trabajo se está gestando en función de un mercado local. Por el contrario, Costa Rica le aporta al mercado mundial, el cual va en franco crecimiento. Solo para citar un ejemplo, actualmente el mercado aeroespacial representa un 5% del PIB de los Estados Unidos.
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Importante contribución
En el desarrollo aeroespacial, el TEC también ha hecho un importante aporte. El Proyecto Irazú fue apenas el primer satélite espacial hecho en Costa Rica, mientras que otro llamado GW-SAT es un satélite tipo CubeSat 3U y se convertirá en el segundo. Este mantiene como norte el monitoreo ambiental, al igual que su predecesor.
Este segundo esfuerzo se está gestando no solo desde nuestro país, sino desde cuatro naciones diferentes, entre ellas la Universidad de George Washington (GWU). Acá se concentrarán esfuerzos tanto en la parte de monitoreo ambiental como en el sistema de control, que son las dos especialidades del Laboratorio de Sistemas Espaciales, creado el año pasado.
GW-SAT tiene como misión el monitoreo de la profundidad de los humedales de Palo Verde, utilizando sensores en tierra, pero también apoyado por cámaras que toman fotos desde el espacio.
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Esta colaboración se está haciendo con la red BIRDS, a la que también pertenece el Instituto tecnológico de Kyushu, Japón. La intención es que el ejercicio se pueda replicar posteriormente en otros países de Asia y África.
En otros esfuerzos que han surgido desde el TEC se encuentra el grupo TECspace, apoyado por el laboratorio, dedicado a dar capacitaciones, charlas y proyectos de cohetería.
El laboratorio, además, desarrolla capacitaciones en CANSAT (dispositivos que tienen los componentes de un satélite, pero el tamaño de una lata) y en diciembre próximo en la sede del TEC en Limón albergará un hackatón femenino de tecnologías satelitales, en colaboración con la cooperativa Sulá Batsú, el BID y el TEC.
¿Qué se necesita para que Costa Rica pueda ser protagonista en este campo en el área de Investigación y Desarrollo? En opinión de Chaves, la sistematización de todos los esfuerzos sería vital para propulsar las iniciativas que se están gestando desde el país, así como para incentivar el surgimiento de otras.
Esta sistematización podría abrir el camino para que se estrechen los esfuerzos públicos y privados en una sola organización. “No hace falta que las agencias espaciales sean gigantes, como podría creerse. Se trata de organizar estás áreas para apuntar a objetivos en común”, concluye el especialista