A 10 años de esa noche lluviosa en que Wílmer Andrés López, alias El Pato, jugó su último juego en el estadio Alejandro Morera Soto, en lo que sería por muchos años el patio de su casa, el jardín para ser más preciso, se vienen muchas cosas que me encantaría poder encausar y sacarles las mejores ideas.
Para algunos, el jugador más significativo de todos los tiempos y eso lo reflejan varias banderas o escritos que describen el “Yo lo vi ju6gar”, al punto de que algunos aficionados dejan a otro de los grandes como Mauricio el Chunche Montero por debajo de uno de los mejores jugadores que tuvo este país y que pudieron los liguistas disfrutarlo.
En otra rama y hace unos días se estrenaba El rey león, una película que puede juntar a toda la familia y disfrutarse a placer, entretenida, divertida y con un buen mensaje al final.
Aparece Mufasa, Scar y Simba, este último consiguiendo volver al reinado después de mucho tiempo, y ante un dominio de su tío Scar y las hienas que habían transformado su hábitat en un territorio de su posesión.
Para mí, Mufasa termina siendo Wílmer, un tipo que se retiró hace 10 años, sin aparezca todavía un Simba que lo ejemplifique. En este tiempo han aparecido otros grandes jugadores que han logrado quedar en la retina del aficionado liguista y al punto que se han logrado obtener títulos, pero ninguno con esa técnica envidiable del número 6.
Se espera con ansias y se desea que la descendencia de Mufasa, que dio a Simba una generación, dé a la López otro Wílmer.
Hace algunos años asomaba ‘Wilmillor’, así le decía su papá, el hijo del Pato al que todos los liguistas lo obligaban a tener un parecido a su papá.
Lo intentó por varios años, pero nunca logró hacer una carrera y después de eso se alejó. Contrario a la película, la descendencia está del lado del tío, por el lado de Harold, papá de Anthony. Acá es donde cambia el final de dos cosas parecidas.
No es Mufasa sino Scar el que dio la descendencia de los hermanos López y quien lleva el peso de ese apellido.
Anthony tiene cosas de Wílmer, movilidad, juego a un toque, precisión y confianza.
No me digan que estoy loco puede ser, pero déjenme soñar con ver un López en el centro del campo.
¿Ustedes creen que lo logre?