Rápido y al punto: los rumores del mercado de fichajes son desesperantes; agotadores. Definitivamente vivimos en la era de la desinformación.
En diciembre pensé hacer un post al respecto pues me sentía el Grinch de las contrataciones, pero la época navideña da tiempo para poco y se pasó demasiado rápido. Por dicha.
No obstante, la reciente incorporación de Marco Ureña a la Liga y las decenas de pifias informativas que se dieron alrededor del delantero reviven el tema. Lástima.
Daniel Colindres firmó con todos los grandes; Bryan Ruiz juega hasta en Linafa; Róger Rojas se fue y volvió 20 veces… Multipliquen eso por unos 15-20 jugadores y entrenadores más, añádanle una dosis de obsesividad-compulsiva periodística y ahí estoy yo, con el hígado hecho un puño cada vez que algún amigo manda un chisme futbolístico en un chat de Whatsapp, que con una pizca de análisis se deduce que no tiene pies ni cabeza.
La excusa es que así pasa en todo el mundo, pero no por eso se debe legitimar la falta de rigurosidad para informar y para informarse.
La facilidad para convertirse en generador -y no solo en receptor- de información por medio de redes sociales hace que cualquiera diga lo que quiera y como quiera, lo cual está muy bien. Sin embargo, esa ansiedad o necesidad por el click-bait da pie a irresponsabilidades, descuidos y abusos.
Por un lado, los medios se prestan para el juego.
Sé de primera mano de juntas directivas que en sus reuniones inventan que están en negociaciones con algún futbolista, simplemente porque sospechan que uno de sus miembros le filtra todo a la prensa. Así, cuando el susodicho pasa la información al periodista y este publica, se sabe quién es el soplón.
También son conocidos los casos de jugadores o agentes que propagan rumores para despertar interés y hasta crear una puja comercial entre equipos interesados. De esa forma elevan la cifra de compra o el salario. Y por cierto, los comunicadores que utilizan son seleccionados a dedo, porque son famosos por explotar el uso de la ‘fuente anónima o cercana’ y, por supuesto, jamás confirmar con una segunda fuente. El ejemplo más grande: Maradona, quien dijo que River Plate ofertó por él, solo para que Boca Juniors lo buscara.
Y, por el otro lado, los ticos nos las creemos todas, de ahí que estamos felices cuando un príncipe nigeriano nos escribe para decirnos que nos heredó una fortuna.
A lo mejor a alguno de ustedes le habrá llegado un mensaje diciendo que Jameson Scott volvería a Alajuelense para este torneo, una historia inventada por dos amigos que quisieron hacer el experimento social. Tomó tanta fuerza que a mí me llegó por tres chats distintos. Confieso que hasta piqué.
En este país no filtramos en fútbol, pero menos lo hacemos en política, en economía o en salud. Y aquí hago un paréntesis para aclarar que los chismes deportivos son totalmente triviales y sin verdadera consecuencia. Las demás temáticas sí son graves.
En fin, es doloroso tener que decirle a mi círculo cercano que no crea todo lo que ve, que discrimine, que desconfíe, cuando como periodista mi mensaje debería ser completamente al contrario. Esto es lo peligroso de nuestra realidad, de nuestra época, una en la que el chisme es popular y la certeza no tiene gracia.
Pero bueno, solo sepan que me enteré que Lionel Messi va para Saprissa y Cristiano negocia con la Liga.