Teherán, Irán. Era nuestra segunda noche en esta ciudad capital, el martes 21 de mayo anterior, cuando decidimos caminar, caminar, caminar y caminar hasta descubrir algún restaurante de comida iraní.
El día anterior no tuvimos más remedio que cenar en el hotel porque no logramos cambiar moneda local. Era mejor hacerlo en Teherán, pero las casas de cambio solo abren de 11 a. m. a 3:30 p. m.
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Prácticamente por casualidad llegamos a uno llamado Ghajari, en algún sitio de la inmensa Teherán, un día de Ramadán, en el que se ayuna mientras haya sol. Por eso, nuestra cena fue a eso de las 8 p. m. La caminata fue muy agradable, ¿cómo no? Irán es muy seguro.
El reto fue decidir qué comer, pues el menú estaba en persa; sin embargo, Mohammad Reza Kadkhodazadeh, propietario del restaurante, hizo todo lo posible por traducirnos y explicarnos en inglés.
Al final, pedimos dos platillos cuyos nombres no recuerdo, quizás ni siquiera los entendimos. Los pedimos porque uno era cordero y el otro cerdo.
¡Fue una maravilla! ¡Fue una delicia! Para demostrarlo, hicimos el video que acompaña esta nota, con el que se hará la boca agua.
¿El precio? Al final del video se los decimos, en rials, dólares y colones... solo les adelanto que es baratísimo.
Eso sí, los platos son muy grandes. Con solo uno habríamos comido mi esposa, Nancy Díaz Arias, y yo. Pero ni modo, ordenamos dos.
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