Antigua, Guatemala. En muchos rincones de su casa hay adornos que recuerdan a Costa Rica, algunos muy típicos comprados en Sarchí. Ella habla orgullosa de su país, aunque más de la mitad de la vida la ha pasado en Guatemala.
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Agnes Mesén tiene 59 años, pero desde los 24 vive en tierras chapinas, apenas se casó con Carlos René Cifuentes, en una boda que aún recuerda y que se festejó en el Hotel Cariari, donde trabajaba.
“Tengo cédula y pasaporte guatemalteco, pero la nacionalidad costarricense no se pierde”, dice Agnes, graduada de Turismo y Hotelería en el Colegio Universitario de Cartago (CUC), como parte de la primera generación, aunque inicialmente su sueño era formarse en decoración de interiores.
Por cosas del destino, Guatemala siempre estuvo en su firmamento, pero no por amor. Inicialmente, cuando se graduó de la secundaria en el Colegio La Salle, en 1977, una compañera le propuso que se fueron a esa nación a estudiar.
No lo hizo, pues su papá le dijo que le daba permiso a cualquier otro lugar menos a Guatemala, debido a que la guerrilla “estaba en lo más y mejor”.
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Por eso, una vez que obtuvo su título en el CUC se fue a México a prepararse más.
Su papá trabajaba en ingenios azucareros. De hecho, de niña vivió en Estados Unidos, pero luego se mudaron a Grecia, Alajuela, debido al empleo de su progenitor. Por ese motivo, Agnes hizo la primaria en la escuela María Inmaculada de ese cantón alajuelense.
Uno de sus primeros trabajos fue en el Hotel Cariari, donde la vida le cambió por completo.
Todo comenzó con el fallecimiento de su padre. Costa Rica iba a ser sede de un congreso de técnicos azucareros, y como él era el presidente, le hicieron un homenaje póstumo. Así que Agnes tenía dos misiones, una era encargarse del evento como parte de su trabajo y la otra, asistir a la inauguración por el tributo a su papá.
“Mi mamá estaba muy sentida porque acababa de suceder lo de mi papá. En ese mismo tiempo llegó una delegación para ver cómo iba la organización del congreso, y entre los representantes de Guatemala venía quien hoy es mi esposo”.
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Ella habló primero, recuerda. Afirma que al llegar a la reunión vio los afiches de Guatemala y le parecieron muy bonitos, por eso lanzó un comentario: ¡Qué lindos!
De inmediato, Carlos René se sentó a su lado para hablarle sobre Guatemala.
“En ese momento comenzó una rueda de prensa y yo le dije: ‘Ingeniero, lo están llamando’. Él me respondió: ‘Me interesa más quedarme aquí hablando con usted’. Entonces me dio miedo, me levanté y le dije que debía cumplir con ciertas asignaciones. Cuando regresé, ya había comenzado la conferencia, pero él me tomó del brazo y me dijo que iba a ser su esposa, y me asusté”, asegura esta costarricense.
Pese a esa sensación de temor, ese mismo día Agnes habló y habló con Carlos René, hasta que su mamá le pidió que lo llevara a conocer San José.
Aún recuerda con gracia que solo lo acompañó a la avenida Central, donde se comieron un lápiz (sandwich), así como a ver el Teatro Nacional. Dice que en esa época no había mucho que visitar en la capital.
Al siguiente día Carlos René debía regresar a su país, pero cumplió con un detalle guiado por su corazón: no había abordado el avión cuando Agnes y su mamá recibieron un ramo de flores cada una.
“Me hacía cinco cartas diarias y las tengo todas. También me llamaba, pero en ese tiempo no es como ahora, con el Internet o la posibilidad de hablar por WhatsApp. Yo vivía en Sabana Sur, por el Colegio de Médicos, y mami iba a una oficina del correo por el paseo Colón y me llevaba las cartas al hotel donde trabajaba”.
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Dos meses después, en setiembre, Carlos René llegó ilusionado a Costa Rica para participar en el congreso azucarero. Más allá de las presentaciones, su objetivo era proponerle matrimonio a la tica.
Por eso, cuidó cada detalle. Bien resguardado traía el anillo de compromiso y tomó el riesgo de declarar amor incondicional en frente de todos los participantes. 34 años después, aún cumple con aquella promesa hecha, pues los años han pasado, pero no el sentimiento de su corazón.
Esta pareja otra vez tuvo que separarse algunos meses, ella se quedó en Costa Rica y él volvió a Guatemala, hasta mayo de 1984, cuando se casaron en nuestro país. Después de la boda, era inevitable mudarse, pues Carlos René trabajaba en un ingenio azucarero en la costa chapina, donde les permitían vivir.
Agnes confiesa que el lugar no era nada bonito; así se lo hizo ver su abuela cuando la visitó. De hecho, su familiar lo calificó como “horrible, espantoso”.
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En ese sitio, cuya temperatura subía en ocasiones a un nivel sofocante, Carlos René trabajó durante 40 años, incluyendo los primeros 30 años de matrimonio, pues hace cuatro años esta familia se instaló en Antigua, una vez que se jubiló.
Uno de sus grandes méritos fue que logró escalar posiciones basado en su esfuerzo laboral; además logró que prácticamente todo el personal estudiara, para que tuvieran un mejor futuro.
“Sabía que era dejar todo, casa, mi carrera pues estaba recién graduada, pero al mismo tiempo él tiene muchas cosas buenas. A mí me ha pasado de todo, después de tener a mis dos niñas, perdí dos niños; las cosas dolorosas han sido dolorosas”, dice Agnes.
Precisamente, cuando sus hijas Ana María (31 años) y María Renee (29) llegaron a la edad de ingresar a la secundaria, Agnes se mudó a la Ciudad de Guatemala, pues preferían que estudiaran en la capital y no en la costa.
Carlos René no tuvo más remedio que seguir en su lugar de trabajo, mientras ansiaba que llegaran los fines de semana para verse.
Luego, Ana María se fue a Dinamarca para recibir educación universitaria y María René viajó a Suiza por lo mismo. En ese momento, Agnes regresó al lado de su esposo.
“Guatemala me ha dado de comer, me dio marido y mis hijas, vivo sumamente agradecida con Dios, con Guatemala porque me ha dado mucho, pero siempre verás un detalle de Costa Rica en todo lugar de mi casa”.
¿Volverá a Costa Rica?
“A saber, solo Dios, estoy allá todo tan lindo, mis amigos, mis hijas son guatemaltecas, pero ellas añoran Costa Rica, como Ana María, que cada vez que iba a Costa Rica decía ‘mi corazón está en Costa Rica, pero mi estómago en Guatemala’, por la comida”, concluyó Agnes.
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