El tiempo excesivo frente a las pantallas puede ser tedioso y hacer del proceso de la educación virtual una tarea agotadora e inútil para el aprendizaje de niñas, niños y jóvenes.
Una reciente investigación de la Universidad de Pekín, China recomienda a los maestros invertir menos tiempo en las clases virtuales, hacerlas más interactivas y proveer a sus estudiantes ejercicios prácticos complementarios para estimular otro tipo de aprendizajes fuera de las pantallas.
Los investigadores anotan que una lección virtual de 15 a 30 minutos es más que suficiente y permite que los estudiantes puedan generar otros aprendizajes fuera de las pantallas.
Principalmente, en edades de Preescolar y Primaria, donde concentrarse frente a una computadora por más de 30 minutos podría resultar agotador y generar el efecto contrario al deseado en el proceso aprendizaje.
El Departamento de Educación de la provincia de Guangdong (China) publicó una guía detallada que limita cada clase en línea a 20 minutos máximo. “Pequeños lapsos de tiempo frente a la computadora, combinados con actividades fuera de la pantalla, pueden mejorar la capacidad de atención de los estudiantes y reducir la fatiga del tiempo conectados”, señala el documento.
Lecciones de la pandemia. Junto a la reducción de tiempo frente a las pantallas, opino que el aprendizaje remoto y la combinación de lo virtual con lo presencial debe estar en línea con cinco principios o lecciones que nos ha aportado la pandemia al sector educativo y que es preciso aplicar en la reinvención de una nueva escuela, con el propósito nadie se quede atrás:
1. Ser flexibles:
Menos es más. Si se sabe priorizar contenidos, la reducción del ciclo educativo podría tener un impacto más suave. Lejos de saturar de contenidos a los niños de Primaria, conviene que nos preguntemos ¿qué enseñar?, ¿cómo enseñar?, ¿para qué enseñar?
Educar para la vida, implica dotar a niñas, niños y jóvenes de habilidades básicas como el trabajo en equipo, la resolución de problemas y la lectura: todas muy necesarias en este siglo XXI.
Insisto en que en aquellas comunidades donde la conexión a Internet no llega bien o no hay computadora en casas, los aprendizajes han de conectarse a través de los libros y la radio.
2. Educación no es igual a competencia.
En palabras de Steven Kinzer “la competencia sin freno y la ambición de dinero están destrozando nuestro sentido comunitario, haciéndonos presa del miedo, la depresión y la inseguridad”.
Ya está obsoleta la educación que etiqueta el éxito en función de una nota 100; hay que proyectar hacia la formación de individuos capaces de cuestionar su entorno y de que estén deseosos de cambiarlo y poner énfasis a la educación emocional.
3. El hogar juega un rol fundamental:
Padres de familia deben comprender que escuela no es sinónimo de guardería y que pese a que las clases puedan retornar, el binomio virtual-presencial, exige un acompañamiento en el proceso de sus hijos.
Puede que el padre o la madre no tenga escolaridad, pero la motivación y el acompañamiento emocional es fundamental para mantener al niño enganchado y que vea en la educación la oportunidad de escalar socialmente.
4. Adaptarse es un ejercicio diario:
Hay que procurar una educación empática e inclusiva, que tome en cuenta las diferencias propias de cada comunidad, ofreciendo las herramientas adecuadas para que nadie se quede atrás.
5. El bien común es el bien propio:
Evitar a toda costa el conformismo egoísta de decir que “mientras los míos estén bien, yo estoy bien”.
La pandemia demuestra que mientras algunos estén mal, el mal es colectivo y si no se hace algo por corregir esa desigualdad, los efectos serán devastadores para todos. Es más que necesario educar una cultura de solidaridad global, no basada en donaciones ni caridad, sino en proveer de las herramientas necesarias para disminuir la vergonzosa brecha social.
Treinta minutos de clase virtual es más que suficiente cuando se priorizan habilidades básicas para la vida (lectura, razonamiento matemático, habilidades de comunicación).
La clase virtual es efectiva cuando hay espacio para preguntar y escuchar cómo se siente el niño, la niña o el joven, cómo le afecta la pandemia sus emociones.
La clase virtual es efectiva cuando como sistema educativo se trabaja en función de la empatía, siendo menos egoístas, menos conformistas, más humanos y enseñando a que la ruta es el trabajo en equipo.
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