Conocer cómo se sienten los docentes frente a la pandemia, cuáles son sus necesidades de formación en la era digital y los principales desafíos enfrentan en sus aulas virtuales es imprescindible para que la noble tarea de educar siga en pie y evite que más personas menores de edad sufran de exclusión educativa en los próximos meses.
Educar es uno de los verbos más sublimes: hacerlo bien, un compromiso con mejorar la calidad de vida y el progreso de un país. Tener un buen docente en las aulas (presenciales y virtuales) es una de las mejores formas de combatir la desigualdad social. Las aulas urbanas y rurales merecen a los mejores maestros, que motiven a niños y jóvenes a ser mejores ciudadanos, comprometidos y capaces de mejorar el entorno en el que viven.
El estudio titulado Panorama de la Educación en España tras la pandemia de Covid-19: la opinión de la comunidad educativa –realizado por un grupo de investigadores de las Universidades de Granada (UGR) y Málaga (UMA) y coordinado por el profesor Fernando Trujillo–revela que los docentes reclaman más formación en competencia digital, metodologías activas y mecanismos de evaluación, además de crear redes para compartir experiencias y prácticas.
“Son muchos los docentes que hablan de una revisión en profundidad del currículo, una auténtica poda para acordar los objetivos y contenidos fundamentales”, afirma el profesor Trujillo en la investigación.
Revisión de los currículos. La realidad obliga a revisar los contenidos de lo que se está enseñando a los nuevos formadores en las universidades y de si los programas de estudio en Educación cumplen con las nuevas demandas de una era digital, que exige a los jóvenes maestro nuevas competencias para triunfar en el mercado laboral, tales como: creatividad, trabajo en equipo, comunicación, liderazgo y pensamiento crítico.
El mismo informe retrata una serie de errores inaceptables entre quienes tienen la noble tarea de educar en Costa Rica: Pese a que la lectoescritura es un eje central de cualquier sistema educativo, el 43% de maestras en servicio en Preescolar desconoce qué es un fonema y, aunque la mayoría de docentes reconoce la importancia de la lectura en los primeros niveles de enseñanza, no la practican en su aula.
A lo anterior, hay que sumar que el último informe del Estado de la Educación afirma que “el 50% de los docentes en servicio se graduó de carreras no acreditadas y de calidad desconocida y que los currículos en la mayoría de universidades que imparten carreras de Educación tienen más de una década de no actualizarse”.
Familias comprometidas
En el estudio mencionado, los docentes es el desarrollo de competencias para un aprendizaje autónomo en sus estudiantes y de estrategias que vinculen más a las familias. “El estudiante tiene que desarrollar, aceleradamente, la capacidad para gestionar sus aprendizajes con autonomía, y tomar conciencia de cómo se desenvuelve en el día a día con dispositivos digitales y conectado en línea, para que la transferencia del entorno físico al virtual se produzca de manera sana y coherente”.
Otro de los puntos fundamentales es desarrollar estrategias para atender la salud emocional de las maestras y maestros., El estado de ánimo de quienes educan es crucial para definir el éxito o fracaso en los procesos de aprendizaje en las aulas. Enseñar sin alegría es una pérdida de tiempo; pero el desánimo no solo es culpa del docente; de ahí la importancia de construir redes de apoyo que dignifiquen la labor de quienes educan.
En un sondeo realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en España, las palabras vinculadas a emociones que más repitieron los docentes fueron incertidumbre, ansiedad o preocupación.
Educar debe ser sinónimo de motivar, comunicar y crear vínculos de confianza entre profesores y estudiantes para que el entorno sea favorable al intercambio de saberes, ideas y opiniones. Un docente desanimado hace daño a toda la sociedad. Quien educa alegre genera confianza, construye puentes entre la creatividad y el aprendizaje y crea una atmósfera capaz de capturar el interés de sus estudiantes, apoyado en el resto de los actores que forman parte del sistema educativo.
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