Atender la falta de libros en escuelas y hogares es un tema urgente si se quiere mejorar el nivel de lectura y la comprensión textual en escolares. Nadie podría aprender a manejar un vehículo sin un carro de por medio. Lo mismo con la lectura: si no hay libros ni mediación en la casa y en la escuela, ¿cómo encontrar la motivación y despertar este hábito desde la niñez?
Leer es escuchar otras voces y dialogar con las ideas, saberes, miedos y anhelos propios y ajenos. La lectura y la escritura aportan herramientas para la participación activa, el desarrollo del pensamiento crítico, la resolución de problemas y la comunicación. Sin embargo, chocamos contra la realidad: nueve de cada diez estudiante leen obligados o, si no, leen muy poco. Casi la mitad de los estudiantes (45%) indicó que muy rara vez o nunca leen libros y un 47% reportó no practicar la lectura por placer.
Para combatir ese desgano, las bibliotecas escolares cumplen un rol fundamental. Sin embargo, el último Informe del Estado de la Educación (2021) reporta que del total de 3.723 escuelas públicas en Primaria, solo 593 cuentan con servicio de biblioteca, “esto implica que la cobertura de bibliotecas escolares apenas es del 16%, según la base de datos de infraestructura al 2019 del MEP”, señala el informe.
Según la investigadora Ana María Rodino, ese bajo porcentaje puede incidir de manera negativa en el desarrollo de hábitos lectores. El informe agrega que las bibliotecas escolares se concentran fundamentalmente en la Gran Área Metropolitana, mientras el número baja considerablemente en escuelas de comunidades rurales y costeras.
“Esto coloca en una posición de desfavorable a la población estudiantil en condición de desventaja y que requieren ampliar el limitado acceso a la información del que usualmente disponen”, anota el informe. Siguen siendo las poblaciones menos favorecidas a las que menos se les aportan recursos que se adapten a su contexto y sus necesidades.
No es con computadoras ni celulares que se resuelve todo. Ante la escasez de libros, los entes rectores en esta materia deberían tener el compromiso moral y ético de que en un país tan pequeño como Costa Rica todo niño o niña tenga libro entre sus manos.
Escasez de recursos y materiales dispersos
Otro dato alarmante que recoge el Estado de la Educación es que el 66% de las bibliotecas escolares cuentan con uno o menos de un libro por estudiante. “Esta situación se percibe principalmente en la provincia de Guanacaste, donde en 19 de las 24 bibliotecas mencionaron contar con menos de un libro por estudiante”, donde la situación idónea es tener unos 10 libros por estudiante como mínimo.
Pese a que el Ministerio de Educación Pública afirma que durante el 2020 la producción de recursos educativos asciende a 2.000 recursos, el mismo Informe señala “que están dispersos y son difíciles de encontrar. Muchos no se localizan en el sitio Aprendo en Casa de la Caja de Herramientas ni en la página general del MEP. De veintisiete conjuntos de recursos enumerados en un listado del Viceministerio Académico, más de la mitad están fuera de las páginas del ME”. La accesibilidad y la mediación pedagógica efectiva son dos retos que el MEP sigue sin resolver.
A la luz de esta reflexión, otros tres datos relevantes que aporta el Informe son:
- Los estudiantes con mayor exposición a capital cultural en sus hogares (y escuelas) presentan mejores desempeños en lectura y esto a su vez incide de manera indirecta en mayores aprendizajes en ciencias, matemáticas y en la competencia digital.
- La política educativa debe, tener como prioridad el desarrollo de la competencia lectora, no solamente porque es el principal determinante causal del éxito educativo de los estudiantes, sino porque además es un factor fundamental para reducir las desigualdades socioeconómicas y de género) que afectan el rendimiento de los estudiantes.
- Aunque durante la pandemia se produjeron muchos materiales complementarios para docentes y estudiantes, el panorama no es claro, muy pocos se refieren de manera directa a la enseñanza de la lectoescritura en los dos momentos críticos del desarrollo lector: el “aprender a leer”, en primer y segundo año del primer ciclo, y el “leer para aprender”, de tercero a cuarto, la transición hacia el segundo ciclo. Sobre “aprender a leer”.
Ahora bien, el suministro de recursos siempre debe ir acompañado de una mediación pedagógica efectiva, a través de ejercicios de lectura dialogada y de preguntas no para memorizar y aprobar exámenes, sino para establecer esa comunicación con el texto, que invite a la reflexión, al gusto por aprender y comprender, combinando voces propias y ajenas para construir nuevos significados.
En el año 2020, las áreas de expresión y comprensión oral sufrieron las mayores reducciones de contenidos durante la interrupción de lecciones por la pandemia: solo se incluyó un 38% del plan de estudios de primer y segundo grado, mientras que a partir de tercer grado, estuvo prácticamente ausente.
Enseñar a leer bien y a “leer para aprender” deben ser dos prioridades básicas de la política educativa. Si se patea la bola para otro lado, corremos el riesgo de seguir ampliando brechas, entregando títulos de primaria, secundaria y universitarios a gente que no sabe leer, comprender, ni escribir.
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