Para nadie es un secreto que los empleadores suelen afirmar que no encuentran el perfil deseado en los profesionales disponibles en el mercado: ya no solo se demanda el conocimiento de un segundo idioma ni títulos académicos que respalden la formación profesional, sino que la persona posea habilidades como comunicación avanzada, negociación, liderazgo, innovación, dirección y adaptabilidad, entre otras.
Como señala Lynda Gratton “el éxito de nuestro trabajo futuro dependerá en parte de la habilidad para construir el capital intelectual que nos permita adquirir la capacidad de generar valor”. Es decir, habitamos en un cambio de paradigma, donde es crítico el desarrollo de talento e innovación. La economía de un país estará en función del valor agregado de su producción nacional y la mayor competitividad que se logre en la producción de bienes y servicios.
Para lograr mejores resultados es preciso que la educación en general, y las universidades definan una nueva agenda educativa que atienda los desafíos de estos tiempos de transformación que habitamos. Hay universidades que sí están haciendo la tarea con diligencia; mas otras se dedican solo a vender títulos, con currículos desfasados, endeudando a más personas con limitadas oportunidades para colocarse en el mercado.
En el libro La educación del mañana: ¿Inercia o transformación? (2020), Otto Granados afirma que “la construcción de un nuevo círculo virtuoso (economía-educación-empleo) dependerá de promover una verdadera disrupción ―en lo académico y en su sistema de gobernanza por lo menos― del actual modelo educativo en el nivel superior”.
Para lograr esa disrupción Granados, aborda cuatro aspectos a la hora de definir una nueva agenda para la educación superior:
En primer lugar, la internacionalización del modelo a través de una mayor movilidad estudiantil y de docentes. En estos tiempos, aún desde lo virtual, es precio propiciar el intercambio de conocimientos y experiencias académicas y profesionales. Inclusive, que exista más comunicación entre los docentes universitarios sobre las buenas prácticas que hay en la región.
En segundo lugar, revalorar las artes liberales y las humanidades en los programas de estudio, de manera transversal, en todos los campos de formación. “La revolución digital y los cambios en el mercado hacen aún más necesaria la sinergia entre educación y cultura, un aspecto fundamental para el desarrollo armónico de una sociedad”, afirma Granados.
Es preciso que en Costa Rica, haya una mejor fiscalización sobre aquellas universidades con planes de estudios obsoletos. Como señala el último informe del Estado de la Educación (2019) la alta redundancia de carreras de una misma área, con escasos controles de calidad y sin prestar atención a la capacidad del mercado para absorber a los nuevos profesionales en las áreas más saturadas, tiene consecuencias muy negativas para los graduados y para el país.
Casi dos terceras partes de las 1341 carreras que se ofrecen en Costa Rica se concentran en Educación, Ciencias Económicas, Ciencias de la Salud y Ciencias Sociales. La oferta ha registrado pocas innovaciones y un 60% de las carreras no ha gestionado cambios en su currículo en más de una década. ¿Qué esperar de esos profesionales?
En tercer lugar, Granados plantea la necesidad de que en la región los fondos públicos que se asignan a las universidades estatales se midan en función de objetivos multianuales, concretos y medibles, a partir de criterios de calidad, pertinencia, eficiencia y equidad. “No es suficiente con plantearse incrementos presupuestales a partir de los indicadores económicos usuales (crecimiento estimado, inflación, etc.) o de las necesidades de cobertura”, afirma el autor.
Como cuarto elemento, el rediseño integral del entramado normativo que sostiene a las universidades, generando mayores instrumentos de transparencia, evaluación y rendición de cuentas.
En Costa Rica, el primer cambio debe pasar por revisar la calidad de la oferta educativa, para frenar los engaños de universidades que asumen la educación superior como una fábrica de títulos, sin escrúpulo alguno y en detrimento del desarrollo de talento e innovación para el país.
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