La empatía se debe educar y promover desde la infancia para así fomentar la responsabilidad que cada uno tiene con las otras personas y sobre sus propios actos. El abordaje de estos temas en hogares y escuelas debe ser intensivo a ver si acaso le encontramos remedio a la incontinencia verbal que abunda en redes sociales y a la insensatez de quienes actúan como si la pandemia fuera una broma.
El reporte titulado ¿Qué se espera que aprendan los estudiantes de América Latina y el Caribe? (2020) puntualiza que la fraternidad, la empatía, la felicidad y el conocimiento del mundo son ejes temáticos ausentes en más de la mitad de los países de la región, incluida Costa Rica. “Este hallazgo preocupa dado que estos temas ayudan a abordar uno de los principales desafíos de la globalización, acentuado por la pandemia: cómo vivir juntos”, enfatiza el informe.
La capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y comprender cómo se siente no se está enseñando en la mayoría de los currículos de Primaria de América Latina, según un reciente análisis curricular de la UNESCO sobre los contenidos que se imparten en tercero y sexto grados de escuela en la región.
¿Qué implica?
Cuando se escuchan los reportes de Fuerza Pública sobre la insensatez de quienes organizan y celebran fiestas durante la pandemia, es más que evidente la urgencia de incluir en los currículos la empatía, la solidaridad y la responsabilidad. A la vez, estos ‘inmortales’ son el resultado de una sociedad que poco se ha esforzado por educar en estos temas. Estos contenidos se omiten en la casa y en la escuela. La empatía, la responsabilidad y la fraternidad resultan ser temas accesorios, contenidos sin importancia, para sacar el punto extra en el currículo.
Otra muestra de la carencia de empatía es cómo el bullying ha migrado de las aulas de concreto a las clases virtuales. Urge educar en esta área para frenar a aquellos que se esconden detrás de un teclado, creyendo que bajo anonimato pueden decir y hacer lo que quieran, sin consecuencias. Hay que revertir el mito de que en Internet no hay responsabilidad sobre lo que se dice y se hace. No se borran los efectos de un comentario, solo con darle clic al botón “eliminar”.
En un mundo cada vez más diverso e interconectado, educar en empatía se traduce en aprender a respetar la diversidad misma. Es preparar a las nuevas generaciones para uno de los principales desafíos de la globalización: cómo vivir juntos, bajo el principio del respeto y aprovechando las herramientas de la interconectividad como fuentes para el progreso, no para la tontería y verborrea. Educar en la empatía implica enseñar a hablar con argumentos y a saber también cuándo es oportuno guardar silencio.
Si se quiere cambiar el mundo, hay que empezar por las aulas y desde la niñez. En palabras del
coordinador de este análisis regional de la UNESCO, Carlos Henríquez, “la escuela es uno de los
principales agentes socializadores, por eso se deben garantizar oportunidades en el currículo de
desarrollar conductas integradoras, como reconocer la diversidad, adquirir valores como la empatía y la fraternidad, y conocer problemas mundiales”.
La escuela es un ente vivo y como tal, debe ser capaz de adaptarse a los contextos que le rodean y crear las condiciones necesarias para romper prácticas nocivas que flaco favor le hacen a nuestras democracias. La empatía urge más en tiempos convulsos.
Los prejuicios y la irresponsabilidad sobre los propios actos, tan presentes en nuestras redes sociales digitales y en las calles, representan, tal y como Maya Angelou “una carga que confunde el pasado, amenaza el futuro y hace inaccesible el presente”. Los efectos de la pandemia nos demandan más acciones que palabras, menos opinólogos necesitados de likes y más gente responsable sobre lo que dice y hace, virtual y presencialmente. El cambio empieza desde la niñez, en las casas y en las aulas.
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