Más estudiantes de 15 años ven la lectura como una pérdida de tiempo. Así lo revela el último diagnóstico del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), que evaluó a 600,000 jóvenes en 79 países del mundo y que advierte de la necesidad de un cambio educativo en las aulas, si se quieren garantizar más y mejores oportunidades laborales, en una sociedad cada vez más digitalizada.
Esa“pérdida de tiempo” se traduce en incompetencia. Uno de cada cuatro jóvenes en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) no puede completar incluso las tareas de lectura más básicas: No son capaces de inferir ideas de textos más grandes, de distinguir entre información creíble y fuentes no confiables, ni de estructurar sus ideas en la construcción de un argumento.
La pérdida es mucha (pierde el Estado, pierde el joven, pierde la empresa privada) y la solución no es generar más inversión, sino una revisión sobre la calidad y lo que está ocurriendo desde la educación primaria.
En Costa Rica, por ejemplo, el último informe del Estado de la Educación (2019) anota que los docentes no tienen hábitos de lectura. El 74% de los maestros de Primaria aceptó que no ven la lectura como algo relacionado con el gusto y el placer, sino como una obligación académica. ¿Qué se puede esperar de los estudiantes, si sus mismos formadores no incentivan el acercamiento a los libros?
El sistema educativo debe migrar del modelo facilista de recetar contenidos para luego recitarlos en un examen, hacia metodologías participativas en las aulas que ayuden a niñas, niños y jóvenes “a construir un brújula confiable y las herramientas de navegación para encontrar su camino propio, en un mundo cada vez más volátil, incierto y ambiguo”, anota el informe de las pruebas PISA.
La digitalización demanda que los estudiantes que salen de secundaria tengan la capacidad de leer textos complejos, de discriminar noticias falsas, de conocer lo que acontece en otros contextos ajenos al propio, de argumentar, cuestionar el entorno que les rodea y de ser propositivos y capaces de adaptarse a los cambios.
Si se asume el tema como una obviedad, se corre el riesgo de seguir ensanchando la brecha ya existente, entre quienes tienen más ventajas y quienes no. El informe evidencia que el nivel de lectura del 10% de los estudiantes más ricos,está tres años por delante del 10% más pobre, en los países de la OCDE.
Perder tiempo es seguir haciendo lo mismo, mientras informes educativos van y vienen, sin que los cambios ocurran en las aulas, con una buena formación docente, con un seguimiento del impacto de las reformas con el apoyo de los hogares.
Perder tiempo es quedarse en el discurso en favor de los jóvenes, cuando se sabe que no reúnen las capacidades básicas para enfrentar el entorno laboral presente y futuro.
Perder tiempo es estacionarse en la crítica, aletargados, viendo cómo se nos desgrana la realidad, sin ofrecer acciones a cambio. Eso sí es una pérdida de tiempo.
Cuénteme su opinión sobre este tema en mis cuenta en Twitter (@albertobace) o al correo electrónico barrantes.ceciliano@gmail.com