Ante un feminicidio, es común y lamentable leer en redes sociales una serie de groserías cargadas de ignorancia: "Se lo buscó. No tenía por qué vestirse así. Lo provocó. Ella sabía que era peligroso transitar por ahí. Murió por imprudente. ¿Por qué no denunció? ". La víctima carga con las culpas de una sociedad, que desde la niñez, fomenta estereotipos, divide, fortalece machismos y es caldo de cultivo para la violencia. Toda esta desgracia con la complicidad de medios de comunicación que revictimizan a la mujer a su antojo.
Para combatir ese machismo y la violencia, la respuesta debe ser más educación y de calidad. La indignación debe ser motivo para construir estrategias colectivas comunitarias, que tomen en cuenta a hogares y escuelas, y enseñen a niñas y niños a desaprender los mitos, roles y frases cargadas de estereotipos y conductas violentas, que se van cargando desde la infancia. Solo así habrá verdaderos cambios sociales.
La violencia no se resuelve con más violencia, sino a través del diálogo, la reflexión y el trabajo conjunto que nos mueva a tomar acciones, más allá de los entornos virtuales y con ideas pragmáticas, en hogares, centros educativos y de trabajo.
Empezar con el ejemplo. En la casa y en la escuela, no hay que reírle la gracia al niño cuando empuja o se burla de una compañera de clase “porque es la que la gusta” ni enseñarle a la niña que “ella es la débil, frágil y obediente”.
En palabras de la activista Gloria Steinem, “el gran problema de todos, hombres y mujeres, no es aprender sino desaprender”. La educación tiene grandes retos por hacernos desaprender por igual el sexismo y los machismos que están tan impregnados en la cotidianidad.
En el hogar, los deberes deben asumirse en equilibrio: las labores domésticas no deben tener género y la crianza positiva debe entenderse como una responsabilidad compartida entre papá y mamá. En Costa Rica, la carga global de trabajo (trabajo doméstico no remunerado más trabajo remunerado) es 7 horas mayor en las mujeres por semana.
Enseñar a partir del ejemplo es un primer paso hacia el cambio. Niñas y niños deben aprender que el trabajo en el hogar es compartido, que la violencia no se puede usar para solucionar ningún conflicto y que la negociación y el diálogo son las únicas vías posibles para llegar a soluciones.
La autora del libro Educar en feminismo, Iria Marañón afirma la necesidad de romper los estereotipos con los juegos y juguetes y evitar decir expresiones que les limiten a las personas menores de edad desarrollarse plenamente. “Los únicos criterios que deberíamos tener en cuenta a la hora de elegir un juguete son la edad, las destrezas o capacidades que desarrollan y los gustos”, afirma la autora.
Dejemos de separar a niñas y niños por colores (azul-rosado) y limitando sus juegos en función de las deconstrucciones y frustraciones del mundo adulto.
En una era tan digitalizada, es necesario que como parte de los procesos de alfabetización digital, se converse más sobre el contenido audiovisual al que están expuestos los niños. “De poco sirve si en casa hay relaciones igualitarias y no violentas, pero los contenidos que ven y escuchan niñas y niños hacen apología de la violencia y el abuso sexual, si sus películas les transmiten roles de género donde las mujeres son sumisas y están siempre a la espera del príncipe azul”, agrega la autora Marañón.
Una educación de calidad en contra de los estereotipos y el machismo debe ser capaz de utilizar datos, frases y ejemplos que aporten tener una mirada crítica que les haga saber a niñas y niños que vivimos en una sociedad patriarcal que históricamente ha favorecido a la parte masculina. “Niñas y niños tienen que saber qué es un estereotipo y cómo romperlo. Hace 150 años parecía utópico que las mujeres pudieran votar, algo que hoy damos por sentado; el cambio es posible mediante la coeducación”, se anota en el libro Educar en feminismo.
Más cuotas de participación, licencias maternales y paternales iguales e intransferibles, perspectiva de género en los currículos educativos, asignaturas que eduquen sobre relaciones afectivo-sexuales y acciones comunitarias que condenen el sexismo o el machismo en medios de comunicación y publicidad son parte de las prácticas pendientes para transitar hacia una sociedad más respetuosa, empática y dispuesta a promover una sana convivencia.
En las mismas escuelas, personal docente y administrativo también deben dejar de ser agentes reproductores de los micromachismos, exigiéndoles a niñas y niños comportamientos esperados según su género y justificando conductas a partir del mismo.
Es en la educación que, de forma colectiva, debe hallarse la respuesta para luchar contra el machismo, desde la prevención, desde el hogar y desde la escuela, desaprendiendo, reflexionando y actuando. Solo con educación de calidad se logrará disminuir el porcentaje de personas que siguen entendiendo feminismo y machismo como si fueran antónimos. ¡No lo son! Para quien ocupe pruebas, un diccionario.
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