En tiempos donde abundan las noticias falsas, es alarmante que solo un 1% de colegiales costarricenses de 15 años tenga la capacidad de diferenciar entre hechos y opiniones. El dato proviene del último informe de resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) y expone el bajo nivel de compresión lectora de Costa Rica.
Los estudiantes de 15 años costarricenses, en su mayoría, no logran inferir la idea principal de un texto extenso, ni son capaces de elaborar argumentos sobre temas que no conocen, ni de diferenciar entre lo que es verificable y lo que representa solo una opinión.
Los resultados ponen en evidencia el desafío que tiene la educación, en todas sus asignaturas, de exigir más lectura y más comprensión sobre los textos que se leen. No es lo mismo leer lo que dice una página que entender su significado y poder sacar sus propias conclusiones. El modelo educativo debe dar un salto hacia el pensamiento crítico, la duda y la capacidad de contrastar datos.
La digitalización demanda que los estudiantes salgan de secundaria con la capacidad de leer textos complejos, de discriminar noticias falsas, de conocer lo que acontece en otros contextos ajenos al propio, de argumentar, cuestionar el entorno que les rodea y de ser propositivos y capaces de adaptarse a los cambios. La habilidad de discernir entre hechos y opiniones no es un valor agregado, sino una habilidad básica para el siglo XXI.
"Con los teléfonos inteligentes, algunas cosas se hicieron más fáciles, pero se necesita que la gente pueda navegar entre la ambigüedad y que utilicen información compleja. Distinguir entre hechos y opiniones es una de las habilidades básicas para el siglo XXI", afirmó Andreas Schleicher, director de educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Mientras en los países de la OCDE el porcentaje de estudiantes que logra discernir entre hechos y opiniones es de un 10%, en Costa Rica apenas llegamos a un 1%.
El sistema educativo debe migrar del modelo tradicional de recetar contenidos para luego recitarlos en un examen, hacia metodologías participativas en las aulas que ayuden a niñas, niños y jóvenes a desarrollar herramientas para enfrentarse a "un mundo cada vez más volátil, incierto y ambiguo", anota el informe de las pruebas PISA.
El riesgo de dormir en el confort de posturas curriculares centradas en la memorización de contenidos es que se margine la importancia de preguntar, repreguntar, de contrastar la información que se recibe y de ser propositivos durante los 11 o 12 años de Primaria y Secundaria.
El pensamiento crítico implica la capacidad de cuestionar las opiniones, de interrelacionar contenidos, de aceptar retos y proponer soluciones.
Insistir en las mismas prácticas que no han dado resultado durante los últimos años es una pérdida de tiempo y de recursos: pierde el Estado, pierde el joven, pierde la empresa privada.
La solución al tema no es generar más inversión, sino una revisión sobre la calidad y lo que está ocurriendo en las aulas desde la educación Primaria. De lo contrario, se seguirán generando informes sobre la Educación sin que los resultados mejoren y con una seria brecha entre quienes estén mejor preparados y aquellos que siguen durmiendo en el conformismo y la carencia de competencias básicas para el mercado laboral de este siglo.
Dicho de otro modo, ¿para qué tanta receta, sin medicinas?
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