Una estela de conocimientos, pulcritud en el uso del lenguaje y profundo amor a la niñez y el magisterio dejó Lilia Ramos Valverde. Nació en 1903 y falleció en 1988, en una época en la que no era común que las mujeres estudiaran formalmente y mucho menos ejercieran una vocación autodidacta. Sin embargo, Talila, como la conocían cariñosamente sus allegados, supo imponerse a los patrones patriarcales de su tiempo y se convirtió en la primera mujer que obtuvo, entre otras galardones, el Premio Magón en 1978, máximo reconocimiento que da el estado costarricense a las personas trabajadoras de la cultura.
Después de concluir el bachillerato en Humanidades en el Colegio Superior Señoritas, recibió, en 1939, una beca para estudiar filosofía y letras en Chile, como antes lo habían hecho Joaquín García Monge, Isaac Felipe Azofeifa y Carlos Monge Alfaro.
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Siempre deseosa de más conocimiento, partió en 1943 a los Estados Unidos y se especializó en la educación para personas con discapacidad visual o, como se decía entonces, ciegos. En 1954 viajó a Suiza, país en el que recibió cursos con el connotado investigador Jean Piaget. Es posible que sea la única o una de las pocas costarricenses que se ganó el privilegio de recibir lecciones de uno de los grandes epistemólogos del siglo XX.
Son muchas las tareas emprendidas por Lilia Ramos, entre las que cabe destacar que fue la fundadora de la primera Escuela para Padres en 1924, pues consideró que la formación de la niñez y la adolescencia se debía caracterizar por la debida integración y articulación entre la familia y la escuela.
Fue, junto a la educadora María Teresa Obregón de Dengo, una de las precursoras de la discusión sobre la educación sexual en infantes y adolescentes. También ejerció la dirección de revistas especializadas para el magisterio y se desempeñó como gerente y miembro del consejo directivo de la entonces recién fundada Editorial Costa Rica.
Sus libros de ensayos tratan tres ejes fundamentales: la educación infantil, la psicología y la psiquiatría sin desdeñar profundos conocimientos en psicoanálisis. Así escribió obras como ¿Qué hace usted con sus amarguras? (1949), Si su hijito… (1952), Lumbre del hogar (1963) o Una estrella ardiente en la nube gris (reeditada en 1984). Algunos de sus ensayos científicos aparecieron en Repertorio Americano. Merece mencionar su erudita obra Fulgores de mi ocaso (1978), en la que hace una elegía del valor de la amistad y la conjuga con ricos pasajes autobiográficos.
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Recurrió a su amplio conocimiento del folclor americano y europeo para escribir libros dedicados a la niñez como Cuentos de Nausicaa (1952), del que existe una hermosa edición verso, realizada en coautoría con Sylvia Puentes de Oyenard en 1979, o la novela Almófar, duende hidalgo y aventurero, publicada por primera vez en 1966 y reeditada en 1985.
Consideró a Carlos Gagini como su maestro e instó a jóvenes escritores a crear su obra literaria, entre los que podemos mencionar a Julieta Pinto, Daniel Gallegos o Alfonso Chase.
Recordamos a la maestra, psicóloga y cuentista en el Día Internacional del Libro Infantil con la esperanza de que su obra sea reeditada, leída y estudiada. Tres de sus grandes amigas y devotas admiradoras: Sylvia Puentes de Oyenard de Uruguay, Lara Ríos y Peggy von Mayer de Costa Rica escriben sobre ella.
Lilia Ramos es, en definitiva, una de las destacadas pensadoras del siglo XX.
*El autor es profesor de literatura infantil en la UCR y la UNA. Es miembro de número de la Academia Costarricense de la Lengua.