Áncora

La Vía Dolorosa de Florencia Urbina: el dolor transfigurado y sublimado

Nuestra gran artista propone una lectura inédita y supremamente bella del martirio por excelencia de la historia humana

EscucharEscuchar

La pintura de inspiración religiosa no es en modo alguno ajena a Florencia Urbina. Ya había creado una Santa Cena asaz heterodoxa, donde los comensales usan máscaras y Jesucristo es negro. Pero la elaboración de su Vía Dolorosa en catorce cuadros concebidos como un continuum fue un desafío tremendamente difícil. La artista padeció uno de esos momentos de sequía, la avaricia de las musas, el silencio del duende y el ángel de la mitología lorquiana, que suelen afligir a los creadores cada cierto tiempo. Hasta que el dolor de la pandemia, con su sorda angustia, el horror de la reclusión y las cifras de la muerte que no cesaban de aumentar, le volvieron a poner el pincel en las manos. No es exagerado afirmar que esta obra es, como diría Baudelaire, una “flor del mal”: lirios y nenúfares de exquisita fragancia y blancura inmaculada que brotan de la descomposición de las miríadas de bacterias del pantano, y suben verticales hacia la luz, sedientas de sol y firmamento. Obra nacida en el dolor, ese gran partero de los artistas.








En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.