“El villano caudillo filibustero ofreció 10.000 pesos a un Teniente para que se me presentara como desertor y asesinarme […] El Teniente, o bien arrepentido o bien llevando al extremo sus astucias […] me confesó la trama enseñándome un papel con la letra de Walker fechado ayer como garantía de pago”.
Tales palabras fueron escritas el 5 de abril de 1857 por el general José J. Mora Porras al Rafael García E., ministro de Guerra. El plan había sido urdido por el pérfido líder filibustero William Walker ante el asedio militar al que Mora lo tenía sometido en la ciudad de Rivas desde días antes. Si hubiese conseguido su objetivo, Walker habría asesinado al militar costarricense más avezado de la Campaña Nacional 1856-1857.
Origen eximio
José Joaquín Mora P. nació en San José, el 21 de febrero de 1818, como cuarto hijo de don Camilo de Mora y doña Ana B. Porras; su hermano mayor fue el célebre Juan Rafael Mora Porras –presidente de Costa Rica entre 1849 y 1859–.
Tras estudiar en la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, ingresó al ejército como soldado raso (1833), fue ascendido a teniente 2° (1835), capitán (1842), teniente coronel (1847), general de brigada (1852) y general de división (1853). Para 1850 ejerció como comandante en jefe del ejército por designio del presidente Juan R. Mora (Núñez M., Francisco, General José J. Mora, 1978).
De modo paralelo, Mora incursionó en 1841 en la compraventa de bienes inmuebles y producción cafetalera, cofundó la Sociedad Económica Itineraria (1843) y fue diputado suplente (ordinario-constituyente: 1846-1847). Se casó en 1843 con María Dolores Gutiérrez, hija del jurista guatemalteco Agustín Gutiérrez de L.; la pareja se convirtió en padres de ocho hijos (Obando C., Emilio, Mora y Cañas en familia, 2010).
Ahora bien, como comandante general, José J. Mora reestructuró a los batallones y oficialías por medio del Reglamento de Milicias de la República (1850), equipó y fortificó el recién construido Cuartel de la Artillería, contrató al militar prusiano Ferdinand von Salisch para el adiestramiento (1852), renovó el armamento, uniformes y pertrechos de los soldados (1854-1855) y designó, en sustitución de Von Salisch, al militar francés Pierre Barillier (1855).
Debe agregarse su faceta como principal impulsor de la música de nuestro Himno Nacional. Pues fue él quien solicitó dicha partitura a Manuel María Gutiérrez F., director de Bandas Militares, a raíz de una ceremonia diplomática (1852).
Todas esta obras fueron la base visionaria con la que Costa Rica enfrentó al grupúsculo filibustero desde marzo de 1856. Tras organizar la logística necesaria, el general José J. Mora lideró a nuestro ejército hacia Moracia (Guanacaste), periplo que también codirigió el presidente Mora Porras.
14 minutos de gloria
El 20 de marzo de 1856 (Jueves Santo), las tropas costarricenses arribaron a la antigua hacienda Santa Rosa, tomada por el facineroso grupo de Walker. La propiedad era bien conocida por el general debido a que, otrora, fue parte del patrimonio de su suegro.
Una vez ahí, Mora dispuso su ataque desde varios flancos. Después de 14 minutos de intensa refriega, gran parte de los invasores salieron despavoridos, mientras que los demás quedaron muertos. Esto lo convirtió en el principal artífice del gane en la Batalla de Santa Rosa.
Posteriormente, Mora fue uno de los militares que ganó la cruenta Batalla de Rivas, ya que también el organizador de nuestras tropas durante la segunda etapa de la Campaña Nacional. No solo planificó y envió a la división de vanguardia que se apoderó de gran parte del limítrofe río San Juan (diciembre de 1856), sino que se apersonó a dicha zona para dirigir la conquista total y defensa de dicha vía (diciembre de 1856-febrero de 1857).
Tal fue su renombre que el Gobierno de El Salvador le confirió el grado de general de División. A lo que siguió una de sus más egregias facetas: luego de ignominiosas querellas entre los líderes militares de Centroamérica (excepto Costa Rica) para imponer su autoridad, Mora resultó escogido en marzo de 1857 para el puesto de comandante en jefe de los ejércitos centroamericanos (Obregón L., Rafael, Costa Rica y la guerra contra los Filibusteros, 1991).
Egregia victoria
En medio del citado asedio que el general Mora Porras le aplicó a Walker en abril de 1857, recibió varias peticiones del marino estadounidense Charles H. Davis para que el filibustero pudiera rendirse, lo cual fue concedido y aquella guerra se acabó el 1.° de mayo de 1857.
Fue una decisión de vital importancia, pues, tras más de un año de combates, el general acertó en terminar los enfrentamientos, dada la gran cantidad de muertos y heridos que tenía Costa Rica, así como la fortísima erogación que significaba para el país.
Es más, el marino Davis detalló: “Durante todas las transacciones entré en contacto íntimo con el General Mora, Comandante en Jefe de los ejércitos aliados […] Su conducta franca le hizo merecedor de mi entera confianza y, lo elevado de sus sentimientos, de todo mi respeto […] De todas las personas que he conocido en el departamento de Rivas, no he encontrado ninguna tan estimable y grata como el general Mora”
Tras su regreso a San José, el general fue ascendido al grado superior de teniente general (único caso en nuestra historia), y fue galardonado en 1858 con una medalla y una cruz de honor.
Oprobio y eternidad
El siniestro golpe de Estado contra el presidente Juan Rafael Mora (agosto de 1859) dejó al general José J. Mora exiliado en El Salvador, junto al defenestrado gobernante y sus familiares. Para setiembre de 1860 y tras el intento de recuperar la presidencia, ambos hermanos fueron capturados. Como consecuencia de una sórdida falacia, don Juan Rafael fue asesinado el 30 y don José Joaquín fue expulsado otra vez a suelo salvadoreño.
El general Mora POrras falleció el 17 de diciembre de 1860 en la ciudad de Santa Tecla, donde se le sepultó. En 1870, sus restos fueron trasladados al Cementerio General de nuestra capital y en 1954 se depositaron en la tumba del expresidente Cleto González Víquez.
En 1957, la Asamblea Legislativa lo proclamó como Defensor de la Libertad de Costa Rica y en 1978 se creó en San José el parque General José J. Mora Porras, donde se colocó un busto suyo. Se hicieron dos obras más: una para el Museo Juan Santamaría y otra para la hacienda Santa Rosa. Para el 2003 se inauguró la Escuela José J. Mora en Puntarenas.
Así las cosas, sirva esta referencia histórica en el bicentenario de su natalicio para conocer el gran derrotero que el general exhibió durante toda su vida. Improntas todas que conllevaron a que ocupe el honroso designio como el militar más brillante de la historia de Costa Rica.
*El autor es coordinador y docente de la Cátedra de Historia del Derecho de la UCR y presidente de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas