Yo, el doctor Alexandr Sklioutovski, junto con mi esposa la doctora Tamara Meltser, llegamos de la Unión Soviética a Costa Rica el 24 de enero 1994. Mi primer encuentro con don Guido Sáenz fue en el Auditorio del Salón Dorado, en la Sabana. Gracias al contacto que mantuve con él desde aquel grato momento, me di cuenta del interés que tenía por el piano y particularmente por su pedagogía.
El 24 de mayo de 1994 toqué mi primer recital en el país. Ese día estuvieron presentes don Guido, los compositores don Benjamín Gutiérrez y Luis Diego Herra, de la Universidad de Costa Rica. De ambos autores toqué obras con las que me acerqué al repertorio costarricense.
Aquella vez hice mi recital y el profesor Sáenz se interesó mucho. Luego conversamos y le expresé mis deseos de desarrollar aquí en Costa Rica una escuela pianística. Entonces él me sugirió encontrar algunos alumnos para empezar, también me ofreció que diera otro recital en Salón Dorado y que me iban a pagar por medio de la Fundación Ars Música. Yo, por supuesto, que me sentí muy feliz.
Entonces, pusimos anuncios en supermercados y así fue como nos llegaron los primeros alumnos y empezamos las clases. Las primeras lecciones las dimos en nuestra casa, por suerte nuestros vecinos no se molestaron por el sonido y este fue el inicio. A don Guido siempre le interesó el ambiente dentro de la escuela. Un día lo invitamos a nuestra casa en San Francisco de Dos Ríos, donde alquilábamos, así que me fui a comprar galletas quebradas allá por la Coca- Cola (en San José) e hicimos un té. Estuvimos muy agradecidos y felices.
Más adelante me invito tres veces a participar en su programa Atisbos, para charlar sobre el arte musical. También promovió nuestra academia en este espacio. Recordamos que siempre tuvo gran carácter; una vez lo encontré en un avión que iba con ruta San Salvador, Tegucigalpa, y al verle le dije con sentido del humor “hay don Guido usted está en mi avión también”, él respondió, “porqué usted está en mi avión, porqué me persigue”.
Poco a poco fuimos acomodándonos, empecé a trabajar en la Universidad Nacional y decidimos abrir una academia de piano que hoy día se llama Instituto Superior de Artes. Esta noticia fue muy positiva para don Guido. Empezamos con 14 alumnos y él nos visitó muchísimas veces, especialmente por el interés suyo de hablar con los padres y con los alumnos sobre este proyecto. Recordamos de manera especial que el progenitor de uno de nuestros alumnos nos prestó un edificio, cerca de la Iglesia de la Soledad, en San José, para establecer el nuevo proyecto.
Con el apoyo de don Guido hicimos los primeros recitales en el Instituto de Lengua Española. Él buscó los patrocinadores, habló con varias personas -antes, durante y después de los recitales- y promovió nuestra idea para alumnos talentosos de familias que no contaran con medios económicos. Él, con la importante ayuda de la señora María Stella Fernández, consiguió financiamiento para becas de parte de bancos privados.
Estos primeros recitales estuvieron totalmente llenos de público. Así trabajamos y nunca faltó a ningún concierto, lo cual motivaba a nuestros alumnos y por supuesto a nosotros. También se hicieron varios recitales en el Teatro 1887, que se ubica en las instalaciones de Ministerio de Cultura.
En 1997, por primera vez, fuimos a Estados Unidos a visitar el Centro Artístico “Interlochen Arts Camp Academy”, siempre contando con la ayuda incondicional de Don Guido Sáenz. Esta es una institución muy importante a nivel internacional y esa vez nuestros alumnos tuvieron mucho éxito.
Gran cantidad de nuestros pequeños alumnos, de este primer grupo que viajó a Estados Unidos, crecieron en el pianismo y participaron en los campamentos de verano que se hacían en el Interlochen Arts Camp.
Esta academia contaba con una Orquesta Sinfónica y con un concurso internacional, en el que participaron por primera vez nuestros estudiantes. Así fue como se obtuvieron los primeros premios internacionales. Entre ellos estaba Carlos Quesada, nuestro primer ganador de este honroso premio.
Después de esta experiencia, nuestro alumno Carlos Quesada volvió a participar en un evento importante, esta vez con el concierto de Sergei Prokofiev y la Orquesta Sinfónica Juvenil de Cosa Rica, dirigida por su director el señor Marvin Araya en el Kennedy Center en Washington, Estados Unidos. El evento fue impulsado por don Guido, él siempre estuvo acompañando a los estudiantes en todos los ensayos poniendo su atención en los detalles.
Por años, la Orquesta Sinfónica Nacional de Costa Rica ha realizado el concurso nacional ‘Jóvenes Solistas’ y fue nuestro gran orgullo saber que dos de nuestros pequeños alumnos ganaron este concurso nacional: Mijail Tumanov y Mijail Rodríguez. Al ganar ellos tuvieron la oportunidad de tocar bajo la dirección del destacadísimo director Internacional Irwin Hoffman. Como siempre, ahí estuvo don Guido apoyándolos en cada uno de los ensayos y presentaciones. De manera continua, hasta el año 2017, nuestros alumnos participaron y ganaron ‘Jóvenes Solistas’.
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Como don Guido siempre estaba pensando en actividades diversas, nos invitó a participar de la temporada pianística del Teatro Nacional, que inicio en el año 2004. Este programa se mantuvo durante casi 10 años. Después vendría la temporada ‘Gala de Teclas’, que duro como tres años.
Sobre muchos de los conciertos, don Guido escribió importantes artículos en periódicos nacionales e hizo significativos comentarios en sus frecuentes presentaciones de radio y televisión nacional.
Nos visitó constantemente en el instituto y siempre se sentaba en cada aula observando y escuchando a cada alumno. Los motivaba de manera incondicional, tanto a los estudiantes de la cátedra de piano del Instituto como a los de la Universidad Nacional. Incluso, él acompaño a muchos de nuestros alumnos durante los primeros días fuera del país, cuando salían a estudiar a alguna de las grandes instituciones donde fueran admitidos.
Todos los años, religiosamente, los primeros días del mes de enero don Guido nos invitaba a celebrar su cumpleaños y los alumnos preparaban un recital de piano con interpretaciones en honor a él. Esto causaba una gran alegría y motivación para los alumnos y para él mismo.
Su interés por nuestros alumnos se mantuvo hasta el final. A Tamara y a mí nos dio mucho gusto cuando fuimos a visitarlo en el Hogar de Ancianos y ver que, en una gran pantalla dividida en cuadros, siempre tenía presentaciones de algunos de nuestros estudiantes. Entonces me preguntaba por ellos y me decía: “Mándeme grabaciones de los muchachos para escuchar”.
En fin, necesitaríamos mucho espacio para decir todas las cosas que nuestros estudiantes y nosotros podríamos contar sobre el apoyo que don Guido nos brindó. Su fallecimiento es una gran pérdida para el país y, personalmente, pienso que es una pérdida importante para el arte pianístico. Recuerdo que una vez alguien dijo: “que Chopin es el gran compositor de Costa Rica gracias a Don Guido Sáenz”.
Solo me queda repetir: “Gracias don Guido Sáenz”.
En opinión mía y de todos nosotros los que trabajamos en las cátedras de piano de la Universidad Nacional y el Instituto Superior de Artes, don Guido Sáenz González es una persona que merece recibir los títulos de honor más importantes de Costa Rica. Entre otras cosas, porque gracias a su ayuda y apoyo nombres de pianistas costarricenses aparecieron en las listas de ganadores de concursos internacionales de Francia, España, Ucrania, Estados Unidos, Italia, Rusia y otros países del mundo. Solamente nuestro Instituto y la Universidad Nacional cuenta con más de 600 pianistas que ganaron variedad de concursos Internacionales. Gracias a Don Guido, el pianismo de Costa Rica voló a estas alturas.
¡Eterno agradecimiento!