Carta de la madre de Juan Santamaría, doña Manuela Carbajal, al Presidente de la República
Tras la muerte de su único hijo en la batalla de Rivas, la madre del Héroe Nacional hizo un pedido de asistencia económica al Estado. Esta fue su solicitud.
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Juan Santamaría fue hijo extramatrimonial de Manuela Santamaría Rodríguez, conocida como Manuela Gallego, o Manuela Carbajal. No se conoce nada del padre de Juan: en su fe de bautismo de la Parroquia de Alajuela figuran las siglas “p.n.c.” (“de padre no conocido”). Sin embargo, Meléndez y Duncan sostienen que fue hijo natural de un guanacasteco de etnia negra, de allí que fuera mulato. En algunos textos se le atribuyen dos hermanos llamados Joaquina y Rufino, pero la petición de pensión de su madre dice con claridad que Juan era su único hijo. Doña Manuela era analfabeta: no era siquiera capaz de firmar, como se desprende del documento que hoy compartimos con ustedes. Más asombroso es el hecho de que el notario que recogió las palabras de doña Manuela, fuese un hombre tan ignorante de la lengua española, como podemos constatar en los numerosos y monumentales errores de ortografía que comete, y que hemos decidido respetar, a fin de preservar la legitimidad histórica del documento. Es un hecho que nos mueve a la ternura y la sensibilidad, ciertamente no a la crítica o la mofa.
Manuela Carbajal, (a. Santamaría) mayor de sesenta años, de oficio mugeril y vecina de la Ciudad de Alajuela, con el respeto debido, y en forma legal ante V.E. expongo: que habiendo marchado mi hijo Juan Santamaría, llamado vulgarmente Herizo, en la primera expedición, que fue a Nicaragua el año popo, á combatir al Filibusterismo, y en clase de Cabo, o Tambor, y como Soldado del Exército vencedor de Costa Rica, militó como uno de los más valientes, y por último no haviendo havido en todas las filas otro que tuviese valor de incendiar el mesón, en donde se hallaba refugiado y parapetado el enemigo, cauzando gravísimas pérdidas en nuestras fuerzas, él fue el único, que despreciando el evidente peligro de su existencia, se decidió a perderla, por desalojar al enemigo, y economizar la pérdida de tanta gente: y en efecto haviéndolo puesto en ejecución, sin que le arredrase ni le pudiese intimidar el torrente espantoso de las balas que le lanzaron los rifles filibusteros en defensa de su guarida, consumó felizmente la obra, junto con el sacrificio de su vida, quedando sepultado bajo las ruinas del indicado mesón como es público y notorio. Esta acción heroica de mi susodicho hijo es tanto más recomendable, y meritoria, si se atiende a que ella fue un efecto de su valor y patriotismo únicamente, puesto que él no era más que un simple jornalero, que no tenía un puesto elevado, ni ningunos bienes que defender. Yo, Exmo. Señor, siento como es natural la pérdida de un buen hijo, que como pobre trabajaba y se esforzaba por mi mantención, considerándome sin recursos de que subsistir en una edad avanzada y achacosa; sin embargo, cuando considero que mi referido hijo terminó su carrera en el campo en las aras de la patria para contribuir como el que más a su libertad y defensa, me resigno con la voluntad de Dios mayormente cuando observo que el Supremo Govierno encargado de sostener el orden y la defensa de la Nación que se le ha encomendado, save distinguir y premiar el mérito de los que sirven, y enjugar lágrimas del desvalido. Por tanto, Exmo. Señor, obligada de la necesidad imperiosa, en que me hallo constituida, en una edad tan avanzada y achacosa, sin poder trabajar y sin recursos de que subsistir por haver perdido el único, que era mi mencionado hijo, que cuidaba de mí, llamo la atención del supremo Govierno, implorando una mirada compasiva sobre una infelis, suplicando: que os sirvais concederme un monte pio, si lo consideraseis justo, a más de la gracia que me convenga en conformidad del artículo 6º del Decreto del Exmo. Congreso Nº 18 de 26 de Octubre po. po.
San José 19 de Noviembre de 1857, Exmo. Señor Presidente de la República. No sé firmar y lo hace por mí el que escribe. Por la Sra. Manuela Santamaría, Rafael Ramos (R).
Texto tomado del libro ‘Penas y Júbilo del Pasado’, de la intelectual costarricense Lilia Ramos.
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